viernes, 23 de diciembre de 2011

Los 40 (8 de 8)

...y ocho. Último post dedicado a 40 de los discos de rock duro de mis años de instituto y universidad, hace ni más ni menos que la friolera de 20 años (lustro arriba, lustro abajo).

Stryper, Soldiers under Command (1985):  Imposible recordar cuantas veces coreé canciones como Makes Me Wanna Sing o Together Forever, mientras agitaba mi incipiente melena a golpe de cervicales: los reyes del rock cristiano eran mucho más que cuatro beatos alabando a Dios. Melodías insuperables, baladas que ponían la piel de gallina, temazos arrolladores de guitarras afiladas... Eso sí, unas letras que, vistas con perspectiva y a ojos de un ateo, eran hasta graciosas y todo.

The Toy Dolls, Absurd-Ditties (1993): La banda más gamberra de las Islas Británicas, y el que para mí es su mejor disco. Todavía hoy, una sonrisa se dibuja en mis labios al escuchar canciones como Ernie Had a Hernia, Dez The Demon Decorator, o la frenética versión de la Toccatta y fuga en Re menor de Johann Sebastian Bach, a cargo de estos virtuosos de la guitarra a la par que chalados que eran The Toy Dolls.

Thunder, Behind Closed Doors (1995): Es curioso que, normalmente, al descubrir un buen disco de un grupo que no conocía, investigaba en su discografía hasta hacerme con sus mejores trabajos. Pero en otros casos, disfrutaba del álbum y no me preocupaba de ir más allá (ni más acá). Esto último pasó con este Behind Closed Doors de Thunder: me gustaba y todavía me gusta (lo he estado reescuchando hace poco), pero creo que nunca he oído nada más de estos ingleses.

Vixen, Rev It Up (1990): Repasando esta lista que en estos últimos meses me ocupa, lamento constatar, salvo honrosas excepciones, que la presencia femenina brilla por su ausencia. Una de estas excepciones es Vixen. Las Vixen, además de ser unos pibones importantes, tocaban y cantaban de fábula. Este Rev It Up fue uno de sus trabajos que más escuché, gracias a temas como Bad Reputation o aquel sobrecogedor Love Is a Killer.

Whitesnake, 1987 (1987): Y para terminar la lista, un disco de discos, uno de los grandes clásicos de la historia del glam metal. Todos los temas son buenos, la banda está en estado de gracia, Coverdale canta como nunca, y la que entonces era su novia, Tawney Kitaen, está tremenda en el vídeo-clip de Here I Go Again. ¿Qué más se puede pedir?


Y hasta aquí, este particular repasito a 40 álbumes imprescindibles para el menda lerenda. Dada la fecha que es, sólo me queda desearos unas felices fiestas a todos los que os paseáis por esta Calle del Bourbon, y nos seguimos leyendo por la blogosfera. Besos, abrazos y a disfrutar.

viernes, 16 de diciembre de 2011

La solución


Hace unos días os proponía que adivinarais quiénes eran estos santos varones:

Y, efectivamente, Sammy el Sucio dio en el clavo: esos chicos tan modositos no son otros que los componentes del grupo más macarra e irreverente del sleaze actual: Steel Panther. ¿Qué, cómo se os ha quedado la jeta?

 
Lo siento, Sammy, no hay premio esta vez (la crisis, ya sabes...), pero el gozo y el orgullo que te inundaran hasta salirte por las orejas por ganar el concurso, ¡eso no te lo quita nadie!


No voy a comentar el segundo y último álbum de los Steel Panther, Balls Out (2011), porque ya lo hizo la mar de bien el Pupilo Dilatado en este post. Y además, con una portada tan suculenta y con canciones de títulos tan insuperables como It Won't Suck Itself, queda clarísimo que se trata de un trabajo tan gamberro, soez y magnífico como su ópera prima, Feel the Steel (2009), del cual cuelgo aquí uno de sus vídeos más celebrados: Death to All but Metal.






martes, 13 de diciembre de 2011

Adivinanza

Adivina, adivinanza. Cuatro chicos de lo más moderado, cuatro santos varones con cara de no haber roto un plato en su vida (sobre todo los dos de la izquierda)... ¿Quiénes son? ¿Flea y sus amigos del instituto? ¿La banda de acompañamiento de Kenny G? ¿El masajista, el peluquero y los dos guardaespaldas de David Bisbal?

Hagan sus apuestas, señores: si lo sabéis o creéis saberlo, respuestas en el apartado Comentarios.

De aquí un par de días pongo la solución.

martes, 6 de diciembre de 2011

Los 40 (7 de 8)

 Encaramos la recta final: penúltima entrega de 40 discos que me volaron la cabeza hace dos décadas.

 
Ritchie Blackmore's Rainbow, Stranger in Us All (1995): Último disco de rock del ex-Deep Purple, antes de emprender su andadura por terrenos más folkies y de la mano de su Candice Night (que también colaboraba en este álbum, por cierto). ¡Y vaya canto del cisne! Una maravilla que me volvió a traer a la mente un post de Maese Rancio, y que disfruté tanto como cuando lo descubrí hace 15 años.

Sangtraït, Terra de Vents (1990): Segundo disco (por poner uno, ya que me gustaron todos los de su primera época) del grupo más duro de los Cuatro del Palau Sant Jordi (los que vivieron aquella movida etiquetada como Rock Català, ya saben de qué hablo). Ahora que Sopa de Cabra han vuelto a los escenarios, no sé qué esperan los de La Jonquera para hacer una gira revival. No sé cuántas veces los vi en directo, pero si volvieran a tocar en Tarragona, repetiría sin dudarlo. Sólo volver a oír los bramidos de Papa Juls ya pagaría el precio de la entrada.

Skid Row, Skid Row (1989): Sebastian Bach tenía el pelo más Pantene del hard-rock, pero también una voz apabullante. El primer trabajo de su grupo era un disco inspiradísimo, de canciones con una fuerza irresistible (Big Guns, Sweet Little Sister, Youth Gone Wild...) y algunas baladas no menos memorables (¿quién no recuerda 18 & Life?).


Skin, Skin (1994): Los Skin llegaron tarde a la fiesta del heavy metal -cuando el grunge ya hacía años que se había merendado el mercado-, no aportaban nada nuevo, y adolecían de algo de paroxismo. Pero algunas de sus canciones me encantaban, como Tower of Strength o Look But Don't Touch, casi tan buena como la homónima de Poison. Ese par de temas, y la escasez de buenos discos de metal en la primera mitad de los 90, hicieron que escuchara este álbum quizás más de lo que merecía.


Sopa de Cabra, Ben Endins (1991): La banda más mítica del Rock Català en el doble híbrido (3 caras en directo, una en estudio) que los asentó en la cima del panorama musical catalán. Todos los temas se convirtieron en clásicos (algunos ya lo eran, como el Rock'n'Roll de Led Zeppelin o el War de Bob Marley que versionaban), y el disco, en un superventas inaudito incluso a nivel estatal. Imposible calcular cuantas veces pinché este vinilo, cuantas tarareé sus canciones, cuantas vi a Sopa en concierto.

martes, 29 de noviembre de 2011

De viaje con Juan Perro

Rythm&Blues, ragtime, swing, jazz, blues del Delta, blues de Chicago, folklore, son cubano, soul, ecos de África, espirituales negras, dixieland, country, sonidos sureños...

Todo esto y mucho más cabe en Río negro (2011), el último disco de Juan Perro, y su primer trabajo desde aquel glorioso Cantares de vela de 2002. Y sin embargo, a pesar de haberse publicado a principios de año, no ha sido hasta hace escasos días que me he enterado de su existencia.

¿Por qué motivo tan magna obra me había pasado desapercibida? ¿Es culpa de la Industria, o de lo que queda de ella, por no hacer la suficiente promoción? ¿Del propio Juan Perro, por no haberse prodigado más por los medios? ¿De los medios, por no disponer de espacios dedicados a la música? ¿De la audiencia, por no demandar programas de este tipo? ¿Culpa mía, por mirar más al otro lado del Atlántico que a lo que se hace por nuestros lares?

Sea como fuere, es una lástima que se nos puedan pasar joyas como ésta: un auténtico viaje por el mapa sonoro de los albores de la música afroamericana, cuando la polirritmia africana se fusionó con las melodías e instrumentos de los primeros europeos que llegaron al centro y norte de América. Un ejercicio de experimentación honesto, cautivador e imprescindible a cargo de uno de los mejores músicos de la escena nacional. Una gozada este Río negro, que merece la pena ser navegado, de arriba a abajo, de abajo a arriba, una y otra vez.
 

martes, 22 de noviembre de 2011

Los 40 (6 de 8)

Al mal tiempo buena cara. Seguimos con el repaso a 40 discos de rock que marcaron una época: mis años de juventud.


Mr. Big, Mr. Big (1989): Creo que Mr. Big fue el primer supergrupo del que oí hablar. Me encantaron sus primeros discos, aunque he de reconocer que solían empezar con canciones grandiosas, pero iban decayendo y terminaban de manera algo floja. De todos modos, temas como el Addicted to That Rush que abría esta su ópera prima merecerían un post entero.


Platero y Tú, Hay poco rock & roll (1994): Antes que Fito se volcara con los Fitipaldis, lideró a los ya míticos Platero, que facturaban una gozada de rock'n'roll de alto octanaje. Los vi en directo, y tengo una imagen grabada en la memoria: al entrar en el escenario, el guitarrista, Iñaki "Uoho" Antón, deja una botella de bourbon llena sobre un ampli, a la que va dando tientos entre canción y canción. Al terminar el concierto, la botella está completamente vacía (y el tío sigue tocando como una bestia, claro).


Poison, Open Up and Say... Ahh! (1988): Buf, qué decir de Poison y de este su segundo trabajo. Probablemente es el disco de glam-rock que más he escuchado en mi vida, y uno de los culpables que vistiera chupas de cuero y botas camperas a finales de los 80. Aunque hay quien discrepa, para mí es el mejor disco de la banda.


Quireboys, A Bit of What You Fancy (1990): Otro discazo que escuché hasta saberme cada acorde, cada riff de guitarra, cada golpe de tecla de piano, cada oh yeah de su cantante Spike. Si con Poison pueden haber discusión sobre cuál es su mejor disco, con Quireboys no caben las dudas. Este A Bit of Whay You Fancy es un clásico que sigue sonando fantásticamente bien 21 años después.

Red Hot Chili Peppers, Blood Sugar Sex Magik (1991): Otro disco que consagró a sus autores y gracias al cuál siguen en esto de la música dos décadas después. Los RHCP crearon escuela con su crossover tan especial, y dejaron algunas canciones para la historia, como Give it Away o Under the Bridge. Recuerdo que luego salieron tropecientas bandas que se inspiraban en los californianos, y cuando les preguntabas qué tipo de música tocaban, incapaces de etiquetarla te contestaban "pues... como la de los Red Hot Chili Peppers").

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Si se llamara Louis

Hay gente con suerte. Naces al otro lado del Atlántico, escribes, cantas y tocas tus propias canciones, te llamas Ryan Adams, Jack Johnson o Ryan Bingham, y te etiquetan como blues, folk o americana, te comparan con Tom Waits, Bob Dylan o Bruce Springsteen, eres respetado, y todos tan contentos. En cambio, tu madre da a luz dentro de las lindes de la piel de toro, te llamas Rafa Pons, Dani Flaco o Quim Vila, y poco importan tus influencias o el estilo musical que hagas: te cuelgan el sambenito de cantautor, y quedas encasillado en el grupo de Serrat y Patxi Andión. Siempre te queda el subterfugio de hacerte llamar Jarabe de Palo, o Fito & Fitipaldis, o Extremoduro, claro. Pero si decides no renunciar a tu nombre, ten por seguro que mucha gente no te hará ni caso por estar en la camarilla de Ismael Serrano, aunque ni tus letras ni tu música tengan un ápice en común con las de él.
Rompo esta lanza a favor de ciertos artistas para que los que defenestran un disco justo después de etiquetarlo como música de autor rompan sus prejuicios, y den una oportunidad a El mundo por delante (2011), el tercer trabajo del madrileño Luis Ramiro.


Todas mis ex son del Madrid / y yo soy del Atleti... Los acordes que abren el disco parecen vaticinar que sí, que nos encontramos ante el típico cantante lánguido y narcótico. Métafora perfecta para describir / que en esta puta vida hemos venido a sufrir, arranca de repente con un potente riff, para cambiar de registro e irse por sendas springsteenianas. A El rey de la pista, que así se llama el tema de apertura, le sigue el folk de Jorge I, y luego Un amor sin estrenar (el vídeo que acompaña este post), con sabor a country-rock. Y así, música de raíces anglosajonas durante casi todo el disco: bluesgrass y rockabilly en Vagabundo millonario, pop beatle en Campos de fresa (evidentemente), y rock'n'roll en la irresistible Mañana nos casamos en Las Vegas. De todos modos, Luis Ramiro no puede ni quiere olvidar sus orígenes (sus dos primeros discos sí tienen más de canción de autor que este último), y también da cabida a tres cortes más intimistas: Pandora, Aviones de papel y Elemento inestable. Pero en general, El mundo por delante es un fantástico homenaje a la música inglesa y sobre todo americana. Un trabajo inspiradísimo, bien compuesto, bien tocado, bien arreglado, y que gozaría de más aceptación si Luís se llamara Louis, y hubiera nacido en California, Minessota o New Jersey.


jueves, 10 de noviembre de 2011

La fiesta de la democracia

Ya falta menos. Dentro de 10 días llega el momento de votar, las elecciones generales, la fiesta de la democracia. Ufanos y contentos iremos al colegio electoral a depositar la papeleta en la urna, embargados por una emoción no siempre fácil de contener. Y elegiremos entre uno de los dos partidos que pueden gobernar durante los próximos cuatro años.

¿Sólo dos?, preguntaría un inmigrante despistado que, huyendo de un régimen despótico y una tierra sin libertades, acabara de llegar a nuestras costas en pos de un país donde el pueblo sea soberano.

Pues sí, sólo dos, responderíamos con afán pedagógico. En realidad hay más, pero no cuentan. No hay que confundir a la gente, dándole demasiadas opciones. Por eso los debates electorales son a dos bandas, como el fútbol. Equipo azul contra equipo colorado. Por eso se dictó una nueva ley que impidió a partidos pequeños presentarse si no habían recogido previamente un determinado número de firmas. Por eso no se limita el gasto publicitario en campaña, ni siquiera en tiempos de crisis: lo importante es que los carteles de las dos alternativas reales inunden las ciudades, para que quede clarito clarinete a quién se debe votar. Los que se pueden anunciar poco es porque importan poco. Por eso en Cataluña los minutos que puede dedicar TV3 a cada acto de campaña se regulan por la representación parlamentaria de cada partido, y no por criterios estrictamente informativos. Los presentadores lo denuncian en cada emisión, y no firman el reportaje en señal de protesta, pero bueno, qué sabran ellos, también son ganas de buscarle tres pies al gato.



Bipartidismo, que es lo mejor para el país. Primero gobernaron los colorados 14 años, luego los azulones 2 legislaturas, luego otra vez los colorados, también 2 legislaturas. Ahora les toca a los de azul, claro. Eso es bueno para la democracia, alternancia, pero sólo entre dos participantes. Como en Estados Unidos, donde los de la derecha y los de más a la derecha se reparten el pastel. Pues aquí igual, que para eso los States son el modelo a seguir.

Ante tan categóricas e indiscutibles afirmaciones, el inmigrante quedaría satisfecho y encantado de haber llegado a un país tan justo y democrático. Pero, ¡ay!, por esos avatares del destino, quizás el inmigrante no es un iletrado, sino que tiene estudios universitarios, que también hay universidades por el Tercer Mundo. Estudios de economía, pongamos por ejemplo. Y nos pregunta, receloso: pero a mí, en clase me enseñaron que un oligopolio es igual o casi tan malo como un monopolio. ¿No pasará lo mismo en política, que una democracia bipartidista es casi o igual de mala que una en la que siempre gobiernan los mismos?

No, hombre, no, le responderíamos jocosos. ¿Es que no sabes que la política y los intereses económicos no tienen nada que ver?

 
 

viernes, 4 de noviembre de 2011

Los 40 (5 de 8)

Cruzamos el ecuador de la lista de 40 discos de rock y hard rock que marcaron mis años de juventud y lozanía:



Manowar, Fighting the World (1987): Carátulas con guerreros recortando un cielo de fuego, chalecos de cuero, melenas al viento, guitarras desgarradoras, sonidos de espadas chocando, canciones con títulos como Violence and Bloodshed... Imposible no impresionar a un adolescente fan de los comics de Conan el Bárbaro. Éste era y es mi disco preferido de Manowar, sobre todo por un temazo que aún hoy me parece perfecto: Carry On.



Meat Loaf, Bat Out of Hell (1977): Otro disco de épica portada, esta vez a cargo del aerógrafo del maestro Richard Corben. Llegué al primer Bat Out of Hell investigando tras comprarme el segundo volumen de la saga, y me pareció de lo mejorcito que había escuchado nunca. Toda una ópera rock, un disco histórico que marcó una era, una obra magna y magnífica que recupero de vez en cuando, y que siempre me parece única e irrepetible.



Megadeth, Youthanasia (1994): Nunca fuí una gran seguidor de la banda de Dave Mustaine, pero este álbum me atrapó. La linea de bajo de Family Tree me parece fabulosa, sobre todo sonando por los altavoces del coche hasta hacer temblar la carrocería. Pero en general todos los temas me parecen fantásticos: Addicted to Chaos, A Tout Le Monde, Elysian Fields... Me gustó tanto el disco que fui a verlos a Barcelona en directo, y me aburrí un poco al sólo conocer los temas del que entonces era su último trabajo.



Miguel Ríos, Rock & Ríos (1982): Si la vida fueran los gustos musicales de cada uno, la mía empezaría con este disco. O con estas cintas, mejor dicho, ya que lo tenía en dos cassettes que todavía conservo. Hasta los 10 años yo escuchaba lo que por aquel entonces escuchaban la mayoría de niños: Parchís, Enrique y Ana, y ese tipo de cosas. Y entonces llegó, no tengo ni idea de cómo, el Rock & Ríos a casa, y quedé completamente conmocionado. Lo ponía sin parar en un reproductor de cassette de un sólo altavoz, con una devoción como la que sólo un niño puede profesar. Miguel Ríos marcó un antes y un después en la historia de la música en España, y en la mía personal.



Mötley Crüe, Girls Girls Girls (1987): Ya hablé de este disco en un post ya lejano. Aunque me gustaban todos los discos de estos reyes del sleaze, he elegido éste de 1987 por ser el primero que escuché de ellos. Además, le daban título las tres cosas que más nos obsesionaban a los 15 años (y a los 16, y a los 17...).

domingo, 30 de octubre de 2011

Los hijos de Fleetwood Mac

Algún día contaré en este blog lo que supusieron para mí Fleetwood Mac durante mi adolescencia, cuando compré casi todos sus discos y los escuché con una asiduidad y devoción rayanas a la obsesión. Además de revisar de vez en cuando algunos de esos discos, de aquella ya lejana época ha quedado el interesarme por lo que van publicando en solitario los miembros de la banda. Me gustó el directo del 2009 de la Mick Fleetwood Blues Band, también el In The Meantime (2004) de Christine McVie, tengo pendiente el In Your Dreams (2010) de Stevie Nicks... y estoy disfrutando de lo lindo el último disco de Lindsey Buckingham.

Desde el Say You Will (2003), el último álbum en estudio de la banda, Lindsey Buckingham no ha estado mano sobre mano: ha publicado tres buenísimos LPs, el último de ellos hace escasos meses. Seeds We Sow (2011) es una pequeña delicia, un trabajo muy personal, grabado, producido y arreglado por él mismo en el estudio de su casa. Diez temas propios más una versión de She Smiled Sweetly de Rolling Stones que me recuerdan en algunas ocasiones al Tusk (1979), uno de los mejores y más experimentales trabajos de Fleetwood Mac. Pero en estas "semillas que plantamos" todo tiene un estilo propio: la voz ahogada de Buckingham, sus arpegios hipnóticos, sus melodías inclasificables, los aires oníricos de When She Comes Down, los frenéticos de That's The Way The Love Goes o la combinación de ambos de Rock Away Blind.

No sé si Seeds We Sow es un disco apto para todos los oídos, o sólo para los de los que alguna vez fuimos fans de Fleetwood Mac (aquí abajo está el apartado Comentarios, por si queréis dar vuestra opinión). Lo que sí sé es que, entre tanto neo-soul y tanta americana, ha significado para mí un soplo de aire fresco de una originalidad y una calidad indiscutibles.


PD: El tío que grabó este concierto tiene un principio de Parkinson y un serio problema con las más básicas nociones del encuadre, pero el vídeo puede dar una idea del estilo de música que hace Lindsey Buckingham en Seeds We Sow.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Los 40 (4 de 8)

Seguimos...

Guns n' Roses, Apetite for Destruction (1987): Poco se puede decir de este disco que no se haya dicho ya, así que rememoraré mi experiencia personal: me lo dejó mi amigo Pere, y era el bueno, el de la portada que luego censuraron. Welcome to the Jungle me noqueó al instante, y escuché el disco hasta la saciedad, alucinando con cada tema. Recuerdo que poníamos una y otra vez Paradise City en una especie de jukebox de videoclips de un bareto llamado Carioca, pero al que nosotros llamábamos Sauna Tahoe, por el calor que hacía dentro y por la pinta de indio que tenía el dueño.

Lax'n'Busto, Lax'n'Busto (1991): El grupo de El Vendrell siempre fue uno de mis preferidos de los que surgieron en aquella movida que etiquetaron como Rock Català. Su segundo y homónimo disco tenía canciones pop, rock e incluso blues, pero también algún temazo más duro, como aquel impresionante Toc de plor. Y de hecho, bastantes años después, cuando su cantante y líder dejó la banda, se pasaron al hard rock clásico. Y así siguen.


Little Angels, Jam (1992): Un grupo británico que hacía un rock durillo pero sin estridencias. No descubrían la sopa de ajo ni eran los más duros de la clase, pero me gustaban (de hecho compré casi toda su discografía). Tengo que reconocer que años después he vuelto a escuchar sus discos, y me han parecido demasiado comerciales. Pero mira, por aquel entonces me entretuvieron, que es más de lo que algunos adalides del hard pueden decir.

Loquillo y los Trogloditas, ¡A por ellos!... que son pocos y cobardes (1989): En los 80, todo artista o grupo español que se preciara tenía que sacar un doble en directo: Miguel Ríos, Joaquín Sabina y Viceversa, Radio Futura, Los Secretos, Burning... y Loquillo y los Trogloditas, claro. El A por ellos... pilló a la banda del loco en la cima de su carrera, y era un fantástico repaso a sus mejores temas, con una fuerza y un feeling arrebatadores. Desde el Carne para Linda que lo abría hasta el Barcelona ciudad que lo cerraba, puro rock'n'roll de alto octanaje. Y es que, ¿quién podía resistirse a canciones como La mataré o Cadillac solitario, que se han convertido en parte de la historia de la música de este país?

M*Clan, Un buen momento (1995): Antes que Alejo Stivel les descubriera que para hacer pasta en España hay que hacer pop y no rock sureño, los M*Clan parieron un par de discos antológicos. El primero de ellos, este Un buen momento, una gozada de ópera prima, fue el que más me gustó. Luego, los murcianos perdieron la estrella y la vergüenza, echaron a Santi Campillo (o se fue él, no sé), y se dedicaron a música bastante más comercial y muchíííííísimo más aburrida. Fui a verlos en directo hace cosa de un año, y me largué del concierto a los 20 minutos. Una lástima, con lo que prometían estos chicos...

jueves, 13 de octubre de 2011

Sopa de Cabra en la Tarraco Arena


Tarraco Arena (Tarragona), 24 de septiembre de 2011. Cuando en 1986 la Ninyin's Mine Workers Union Band decidió cambiarse el nombre por Sopa de Cabra, inspirados por el disco Goats Head Soup (1973) de Rolling Stones, poco podrían imaginar sus componentes que al cabo de 25 años serían el grupo más importante que parió aquello que se etiquetó como Rock català. Pero así fue, y así sigue siendo. La prueba: tras 10 años de su disolución, el anunciado regreso de la banda a los escenarios para un único concierto de aniversario generó tal expectación que finalmente han sido siete los que han ofrecido, todos con el cartel de entradas agotadas: tres en el Palau Sant Jordi de Barcelona, uno en Tarragona, uno en Palma de Mallorca, y dos en su Girona natal.

Cuando se anunció que sólo habría un único concierto en Barcelona, no me planteé ir, ya que había visto a los Sopa en directo más de una docena de veces durante mis años mozos. Pero al saberse luego que también tocarían en mi ciudad, y animado por las buenas críticas que recibieron las tres noches del Palau Sant Jordi, decidí que sería una buena idea asistir al evento y recordar los buenos momentos que me regalaron los gerundenses hace más de 15 años.



Acierto total: el regreso de Sopa de Cabra a Tarragona tuvo todos los ingredientes para encandilar al más reticente, no digamos ya a los que fuimos fans de la banda en su época dorada. Revisión de todos los grandes éxitos, desde los de los primeros álbumes hasta los últimos. Gerard Quintana cantando fantasticamente bien. Los músicos inspiradísimos. Emotivas referencias al fallecido Ninyin, uno de los miembros fundadores. Momentos de reivindicación nacional. Mensajes antibelicistas. Críticas a los políticos. Alguna que otra sorpresa (recuperar los temas Ninyin's Mine y Blujins Rock, que sólo tocaban en sus primeros directos)... En total, dos horas y media gloriosas, coronadas por dos himnos de la banda en particular y de la música en catalán en general, L'Empordà y Podré tornar enrera, coreados por todas las voces de un público entregado y extasiado.

A nivel personal, además de pasarlo en grande, me emocioné con Mala sang, una canción sin estribillo pero para mí una de las mejores del grupo (y no soy el único). Eché de menos el Rock'n'roll de Led Zeppelin (que sí tocaron en Barcelona). Y me chirrió un poco la versión reggae de Si et quedes amb mi. Pero en fin, una gozada, una delicia de retorno, una noche para recordar.

jueves, 6 de octubre de 2011

Los 40 (3 de 8)


Tercer asalto al revival, cinco discos más que durante mi juventud escuchaba a todo volumen hasta que se me caían las orejas.



Coverdale - Page, Coverdale - Page (1993): Madre mía, vaya discazo que se marcaron dos de los más grandes de la Historia del Rock (últimamente no paro de reivindicar a Coverdale, y de Page no hace falta hablar). Hace poco lo recuperé gracias un post de Rockland, y me pareció aún mejor que cuando lo escuchaba a principios de los 90.


Deep Purple, Perfect Strangers (1984): Nunca fui un gran seguidor de Deep Purple, pero recuerdo que este álbum me lo dejaron en cinta original, hice la correspondiente "copia de seguridad", y lo escuché infinitas veces. Luego, supongo que porque no encontré a nadie que me dejara más discos de la banda inglesa, no seguí investigando en su discografía. ¡Ay, si hubiera existido la Internete por aquel entonces!



Dream Theater, Images and Words (1992): Otro disco que escuché docenas de veces, hasta encontrarme sus melodías, sus cambios de ritmo y sus solos tatuados en el cerebro. Me pareció un disco sorprendente, y en este caso sí pude profundizar en la discografía de los DT. El resto de discos estaban bien pero, para mí, nada comparado con este Images and Words.



Extremoduro, Agila (1996)
: Aún a riesgo de ser poco original, para mí, el mejor disco de Extremoduro. Robe hacía tiempo que había demostrado que ya no era el punky amateur de sus inicios, sino uno de los grandes del rock nacional. Y con este disco, que fue un exitazo, lo acabó de corroborar. Buscando una luna, Prometeo, Sucede... ¡Joder, es que no hay una canción mala!



Gun, Taking on The World (1989): Un gran álbum de debut de esta banda escocesa, que parecían beber de U2, pero que tras unas escuchas te dabas cuenta que eran otra cosa (por suerte, ya que no soporto a Bono & Co.). Sin hacer un rock excesivamente duro, tenían temas guitarreros y buenas melodías, como la de uno de los temas que les dio fama: Inside Out. Luego les perdí la pista, no sé si por suerte o por desgracia.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Los 40 (2 de 8)

Seguimos con el ataque de nostalgia: segunda entrega del repaso a 40 discos de rock y rock duro que me alegraron las orejas allá en mis años mozos.


Bon Jovi, New Jersey (1988). Ya hablé con creces de este disco en Regreso a New Jersey, un post que escribí hace unos meses. Ahora encuentro algunos cortes del álbum demasiado comerciales, pero con 17 años flipaba con todas sus canciones, desde las baladas a los temas más acelerados. Además, los Bon Jovi llevan 20 años intentando hacer el mismo disco, y no les sale...


Bonfire, Knock Out (1991): Me gustaban todos los primeros discos de la banda alemana, pero le tengo un cariño especial a éste, quizás por el tema Home Babe. Me lo pasó mi amigo Marcos, en vinilo, y corrí a "hacer una copia de seguridad" en una TDK que escuché hasta que gritó ¡basta!. Hace unos años tuve la oportunidad de verlos en directo, y lo pasé en grande.



Bryan Adams, Waking Up The Neighbours (1991): Niños, lo creáis o no, antes Bryan Adams molaba. Durante sus inicios y hasta 1991 facturaba un rock'n'roll de lo más atractivo que dejó unos cuantos clásicos a la Historia de la música. Lamentablemente, Waking Up The Neighbours, que tenía temas de lo más potentes, también contenía una balada pastelorra llamada Everything I Do (incluida en la BSO de Robin Hood) que sonó hasta el hartazgo en las emisoras de radio más comerciales. Bryan se dio cuenta que sacaría mucha más pasta haciendo pop quinceañero que rock, y vendió su alma al diablo, o sea, a Los 40 Principales y similares. Una lástima.


Buenas Noches Rose, Buenas Noches Rose (1995): ¡Qué grandes eran los Buenas Noches Rose, y qué poquito duraron! Vaya pedazo de disco esta opera prima, al alcance de muy pocos grupos, y que se ha convertido en un clásico nacional. Algún día tengo que contar en este blog el día que los BNR vinieron a tocar a Tarragona, cenaron unas pizzas en casa de unos amigos míos, y acabé preparándole una sopa al bajista, que lleva un catarro del quince. Pendiente queda.



Cinderella, Long Cold Winter (1988): Al igual que he hecho con Bonfire, otro LP que he escogido casi al azar, porque Cinderella no tiene discos malos. Eso sí, este largo y frío invierno gozaba de una apertura alucinante (Bad Seamstress Blues/Fallin' Apart at The Seams) y un blues antológico, el que daba título al álbum. También al igual que Bonfire, a Cinderella los vi en directo, y fue una gozada.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Antònia Font en Tarragona


 Pl. de la Font (Tarragona), 17 de septiembre de 2011. Intentar comprender del todo a Antònia Font es como intentar comprender la pintura de Barceló: en sus obras se intuye una semilla conceptual, pero es el surrealismo lo que realmente les da forma. Así las cosas, no se podía esperar que la presentación en Tarragona del último disco de los mallorquines, Lamparetes (2011), fuera un concierto al uso. Para empezar, estaba programado a las 18 h., un horario poco habitual para una banda consagrada en nuestras tierras, y el espectáculo comenzó con solo cinco minutos de retraso. Se inicia con Me sobren paraules, el tema que abre el disco. Hasta ahí, nada extraño. Pero luego suenan Coses modernes, Islas Baleares, Abraham Lincoln, Clint Eastwood... Es decir, tocan prácticamente el álbum entero, con la producción exacta, y siguiendo el orden de los cortes. Sólo obvian Calgary 88, uno de los temas que más éxito está teniendo, pese a no ser single, y con una letra poco característica de la banda, ya que cuenta una historia con principio y final. Pioners, Boreal, Es canons de Navarone... Durante casi una hora, una lectura de cabo a rabo de Lamparetes, con pocas intervenciones del cantante Pau Debón, y que desconcierta un poco al público, que se siente como si estuviera escuchando el disco en casa (lo cual no es tan grave, por cierto, ya que se trata de un LP fantástico).

Y entonces, suenan los acordes de Alegria, que daba título a su disco de 2002, y uno de sus mayores éxitos. Ahí empieza la segunda parte del concierto, una revisión de sus temas antiguos más conocidos, y con el cantante más animado y expresivo. Caen Bamboo, Darrere una revista, Armando Rampas (comandant Armando Rampas / no te folles ses hosteses / una darrere s'altra, y a quién le importa el horario infantil del evento), Tokio m'és igual, A Rússia... El respetable se apunta a la fiesta, y corea con entrega cada una de las canciones. La actuación parece que se cierra con el que ya es el himno de los Antònia Font, el Wa Yeah!. Pero aún hay tiempo para los obligados bises: Dins d'aquest iglú; el rap Astronauta rimador tocado de forma explosiva; y, ahora sí, el tema que quedaba pendiente del Lamparetes: Calgary 88, con su letra y su sonido tan ochentas, y la irresistible historia de la pareja de patinaje artístico que festejàvem i representàvem a Espanya a s'olimpiada d'hivern del Canadà. Júbilo generalizado, vítores y aplausos, la banda que saluda, y de fondo los Modern Talking, protagonistas de la canción que ha cerrado el concierto.

Antònia Font son un mundo aparte. No sólo no hay que entenderlos del todo para disfrutarlos, sino que es aconsejable no hacerlo.

PD: Gracias, Natàlia, por las fotos.