martes, 24 de enero de 2012

Caza de brujas


La noticia saltó la semana pasada: en respuesta a las protestas de muchas webs (Google, Wikipedia, etc.) en contra de la SOPA, la ley para detener la piratería online, la Industria discográfica y cinematográfica norteamericana, armada con su brazo más poderoso, es decir, el Estado (y más concretamente el FBI, que por cierto pagan los ciudadanos), ha empezado su particular caza de brujas. Han ordenado el cierre de la mayor web de descarga directa, Megaupload, y la detención de sus máximos responsables.

La guerra ha empezado: ayer mismo, el grupo de activistas Anonymous colgaba la discografía de Sony en Internet. Y a la vez, otras webs de descarga directa han empezado a ser más restrictivas con los contenidos protegidos que se pueden subir a sus servidores.


Estamos en lo de siempre. La política de la Industria para que los clientes pasen por caja sigue siendo la prohibición de distribuir contenido con copyright, denunciar y perseguir a los que se salten sus normas, y no importa que paguen justos por pecadores ni que haya que buscar cabezas de turco si así se consigue amedrentar al personal. ¿Se les habrá ocurrido alguna vez aplicar una medida que no trate al usuario final como un delincuente, que incentive la distribución libre y el pago voluntario por parte de los consumidores, según sus posibilidades económicas y su grado de satisfacción?

Hace unos meses asistí a una conferencia de Richard Stallman. En ella, el gurú del software libre proponía un método que podrían aplicar las discográficas o bandas para recaudar dinero. La idea sería poderse bajar gratuitamente cualquier álbum. Y mientras lo escuchas, puedes decidir, apretando un botón del reproductor de MP3, hacer una microdonación al grupo. Medio dólar, o un dólar, o lo que quieras. Incluso, mientras suena la música, el reproductor te podría mostrar mensajes del estilo "Has escuchado el disco Little Piece of Dixie 5 veces. ¿Te parece bien donar 1 dólar a Blackberry Smoke?". Pulsando Aceptar, la microdonación saldría de tu cuenta e iría a parar a la de la banda de Atlanta.

Personalmente, yo donaría. Pagaría por los discos que me gustan, e ignoraría los que a la tercera escucha constato que no son para mí. Sería una manera, aunque habrán otras. Pero la idea es considerar al consumidor como un aliado, alguien por quien hacer buena música con la que convencerle para que colabore económicamente. Tecnológicamente es factible, muy fácil, de hecho. Permite descubrir nuevos artistas y discos de forma legal. Y no obliga a comprar discos que quizás no volveremos a escuchar.

Lamentablemente, dudo que la Industria esté por la labor. Está demasiado ocupada por poner puertas al campo, en criminalizar y perseguir a los que escuchan música sin haberla pagado, sin darse cuenta que, al hacerlo, está convirtiéndose en el malo de la película, lo que no motivará precisamente a que la gente decida comprar sus productos. Y además, al no permitir al usuario la aportación voluntaria, está regalando su parte del pastel a las webs que ofrecen contenido pirata por la cara.

jueves, 19 de enero de 2012

La Grecia clásica

De la multitud de bandas revival que merodean por mi iPod (Reckless Love, The Darkness, Jaded Sun, The Answer...), una de las que más gracia me hace es Wild Rose. Y cuando digo "gracia", no me refiero a que sea la que más me guste, ni tampoco la que más me haga reir (ese dudoso honor recae en Steel Panther). Me refiero a que es la que, cuando la escucho, dibuja en mi cara una amplia sonrisa, mitad de diversión, mitad de añoranza.

Wild Rose es un grupo  de metal melódico originario de Grecia, que hace un AOR que recuerda a clásicos europeos de los 80 como fueron Scorpions, Bonfire o MSG. Acaba de publicar su primer LP, Half Past Midnight (2011), con canciones pegadizas, buenos solos de guitarra, teclados, sintetizadores, y una voz con ese punto afectado tan del hard ochentero. Pero al ser una formación relativamente joven, y cuya lengua materna no es el inglés, se les nota un aire amateur que, inevitablemente, me transporta a mis años de adolescencia. Ya el nombre, Wild Rose, tiene ese regustillo de tópico, y me recuerda cuando en el instituto, mis amigos y yo fantaseábamos con montar un grupo, al que pensamos llamar Vertigo, Giddiness, Passion (descartado por parecerse demasiado a Poison) o Wild & Crazy (descartado por ser WC sus iniciales). Y la lírica de estos griegos, en inglés pero con unas construcciones gramaticales, unas rimas y un vocabulario de lo más básicos (Never in my life / did I forget you / Never in my whole life / 'Til the day I die) también me recuerda a las letras que escribíamos durante las soporíferas clases de bachillerato los miembros de la futura banda (Gimme gimme gimme dirty love / Shake my bed / Rock my world, garabateábamos en los márgenes del cuaderno de mates).


Atención, todas esas "imperfecciones" de los Wild Rose no les desmerecen, sino todo lo contrario. Efectivamente, a la banda le falta crecer, mejorar ciertos aspectos, pero a día de hoy, sus ganas de revivir un rock clásico que les encanta y el no importarles caer en ciertos tópicos del metal es una de sus grandes bazas, que les permite destacar frente a grupos quizás más originales, pero que a veces, con esa obsesión de inventar algo nuevo (¿post-grunge-classic-blues-rock?), hacen una música que no es ni chicha ni limoná. Y sea como sea, nadie puede acusar a estos tíos de venderse a la comercialidad, ya que el hard rock de los 80 no es precisamente el paradigma del mainstream actual (y mucho menos en Grecia, sospecho).

Así que, para mí, Wild Rose son aquel grupo que una vez, hace muchos muchos años, los amigos de BUP imaginamos, pero que nunca llegó a existir.






PD: Pululando por Internet he encontrado los nombres de los componentes de Wild Rose, que son ni más ni menos que: Andy Rock, Dirty Haris, Phil Gun, John Jiosby y George the Captain. ¿Son o no son estos tíos unos cracks del revival ochentero?

domingo, 15 de enero de 2012

5º aniversario

Sí, señores, sí. Ya está aquí: la manita, el lustro,el número de la rima fácil... Hoy se cumplen ni más ni menos que CINCO años de este humilde blog. Parece que fue ayer cuando David y el que suscribe, tras un concierto de blues-rock y unas cuantas cervezas en el pub Groove de Tarragona, decidimos montar este Bourbon Street Online, una versión digital del programa de radio del mismo nombre (pero sin el Online) que hacíamos en Radio Valls a principios del presente milenio. Primero fue una experiencia a cuatro manos, aunque luego los quehaceres y la filosofía KISS (Keep It Simple, Stupid!) de David le han hecho abandonar temporalmente el proyecto, y sólo aparece por aquí cuando yo me largo por estos mundos de Dios a patearle un poco el culo a la rutina. Pero espero que algún día vuelva a ser copartícipe habitual de la Calle del Bourbon, y le suba la graduación que yo me encargo de rebajar con cantautores soseras y bandas de funk y ritmos latinos.

Mientras tanto, aquí sigo. Con la pena de no poder dedicar más tiempo al blog. Con posts que escribo en mi cabeza pero que por falta de ganas de sentarme ante el ordenador nunca llego a transcribir en el teclado. Con algunas historias que me gustaría contar pero que se quedan en cuatro apuntes en el bloc de notas del iPod. Pero, de vez en cuando, también sigo publicando: alguna crónica de un concierto, alguna reseña discográfica, alguna experiencia más o menos relacionada con la música... Nada memorable, ya sabéis, a no ser para el que suscribe, osease, yo. Pues qué penita, qué dolor, no tendré el Nobel, no señor, cantaba el gran Javier Krahe. Ni falta que hace: esto no es más que un cuaderno de viaje, cuatro notas sobre lo que escucho, y lo que me hace sentir cuando lo escucho. Si alguien más lo disfruta, bien por él, y contento yo. Pero al final, tiene más de diario íntimo que de ejemplar de la Rolling Stone. Y así continúo, tras cinco años ya. ¿Tendré ganas de seguir dando la vara cinco más? Difícil lo veo, la verdad. Pero como decía Sabina, más raro fue aquel verano que no dejó de nevar.


domingo, 8 de enero de 2012

Los amigos invisibles

Estas navidades, algunas familias (la mía, por ejemplo) han decidido sustituir los tradicionales Reyes Magos (un regalo para cada padre/madre, hermano/a, tío/a, etc. ), por el formato del amigo invisible: se reparten los papelitos entre los miembros participantes, y cada uno compra únicamente un regalo a quien le haya tocado. Esta fórmula permite ahorrar un pastón en presentes, además de reducir considerablemente la difícil tarea de qué comprar, ya que, paradójicamente, pese a los tiempos de vacas flacas que corren, todos tenemos de todo.

Otra métafora de esta crisis que monopoliza nuestra existencia, son los dos últimos álbumes de un grupo que, precisamente, se llama así: Los Amigos Invisibles.



Gracias a un acuerdo con la cadena de tiendas BECO y la línea de ropa Missile, a principios de 2009 el veterano grupo venezolano residente en EUA Los Amigos Invisibles lanzó un extenso y fantástico álbum (16 cortes) de funk, acid jazz, dance y ritmos latinos. Se tituló Commercial, en referencia a los anuncios de televisión y radio, conocidos en América como "comerciales". De hecho, incluía  falsas cuñas publicitarias en clave de humor, y algunos de sus canciones satirizaban la frivolidad de la estética y los cánones de belleza actuales, como el tema de explícito título Plastic Woman.

Dos años después, en el 2011 que recién expiró, y ya sin el patrocinio de las grandes marcas (es época de recortes presupuestarios), Los Amigos Invisibles publicaron una segunda parte: Not So Commercial. Como corresponde a los tiempos magros que corren, se trata de un disco más escueto (8 cortes y 25 minutos escasos), sin las irónicas cuñas publicitarias, pero tan bueno o mejor que su hermano mayor. Temas más instrumentales, sin las colaboraciones estrella de Commercial, pero igualmente repletos de un funk contagioso y adictivo que nos transporta a las "boîtes" de finales de los 70.

Igual que le ha pasado al grupo venezolano, parece que son momentos de apretarse el cinturón, de evitar grandes producciones y centrarse en trabajos menos ambiciosos. Eso sí, que los objetivos sean de menor envergadura no significa que deba resentirse la calidad. Volviendo a los regalos navideños, yo estoy más que satisfecho con el nuevo formato que hemos adoptado en casa: me han regalado menos cosas, pero el acierto ha sido pleno. Y he tenido que rascarme menos el bolsillo, que con la que se avecina (aumento de impuestos, congelaciones salariales...), y con el año de cambios que me espera, nunca está de más.

lunes, 2 de enero de 2012

El Camino 3

Como no hay dos sin tres, hace escasas horas que he regresado del que ha sido un final de año de lo más atípico: mi tercera incursión en el Camino de Santiago. Tras el tramo que recorrí en los veranos de 2008 (de Roncesvalles a Burgos) y de 2010 (de Burgos a León), esta vez ha tocado patear de León a Ponferrada. Sólo 5 etapas, la última muy cortita, pero con un porrón de buenas experiencias, que al fin y al cabo, es a lo que se va al Camino.


A diferencia de la última vez, que fui solo, en esta ocasión iba en grata compañía, así que no me llevé el iPod. Por tanto, no puedo hacer un post como el de 2010, donde intercalé la descripción de las etapas hechas (que no interesan a nadie pero que me sirven para tener un registro de lo recorrido) con algunos discos de country y southern que escuchaba por entonces. Pero como es época de repasar trabajos publicados en 2011, voy a hacer algo parecido. Eso sí, como mi andadura ha sido por las Españas, me limitaré a los paridos en la piel de toro. No es por chauvinismo, pero ya se ha vitoreado suficiente a Adele, a Black Country Communion o a The Answer, que no digo yo que no lo merezcan, pero en mi opinión el panorama nacional también ha ofrecido algunos trabajos muy dignos. Vamos a ello, pues.

  • Etapa 1: De León a San Martín del Camino (25,9 kms).
Material defectuoso, de Extremoduro: Acierto pleno de Robe Iniesta en su último trabajo, más taimado que los anteriores pero de intachable factura. Lo comenté en este post.





  • Etapa 2: De San Martín del Camino a Astorga (24,2 kms).
Río negro, de Juan Perro: También comentado en un post reciente. Un viaje sonoro por estilos musicales con más raices que un anuncio de champú.





  • Etapa 3: De Astorga a Rabanal del Camino (20,3 kms).
Persona, animal o cosa, de Rafa Pons. Mi tocayo se lo curra en este su último trabajo, un álbum desenfadado y refrescante. Mi crónica, aquí.





  • Etapa 4: De Rabanal del Camino a Molinaseca (25,3 kms).
Preparados, de Guerrero García. Otro grupo de música refrescante, que me descubrió el amigo TwoHeads, gracias a este post.





  • Etapa 5: De Molinaseca a Ponferrada (5,3 kms).
El mundo por delante, de Luis Ramiro. La canción de autor no tiene porqué ser soporífera. El madrileño Luis Ramiro lo demuestra en su último álbum, como ya conté en mi correspondiente crónica.





En fin, estos son cinco de los discos facturados en castellano que me han gustado este 2011. No están en un orden específico, ni están todos los que son, aunque tal como está el panorama, mucho me temo que no han habido obras maestras que me hayan pasado por alto. Eso sí, ahora que se ha aprobado la Ley Sinde, veréis como se acaba la crisis, la Industria volverá a apoyar a grupos noveles y a la buena música, y saldrán como churros álbumes que marcarán a fuego la Historia del rock de este país. Vamos, pero seguro, segurísimo.

Feliz 2012 a todos, y a seguir...