miércoles, 29 de abril de 2015

Rafa Pons en la Sala Zero

Sala Zero (Tarragona), 24 de abril de 2015. Tres felices acontecimientos han tenido lugar en los últimos meses en torno a la figura de Rafa Pons, uno de mis músicos favoritos del panorama nacional actual. El primero, la publicación de su primer libro, A cuento de nada (2014), que leí en un pispás las pasadas navidades. El segundo, el lanzamiento de su cuarto álbum en estudio, Disimula (2015): un disco brillante, que ha alumbrado algunos de los mejores temas de su carrera, y que ya desgranaron fantásticamente los amigos de Necesito un rock'n'roll en este post.



Y por último, su regreso a Tarragona tras varios años sin tocar por estos lares: una cita a la que, por supuesto, no podía ni quería faltar. En el concierto, poco concurrido como ya es habitual, el cantautor barcelonés interpretó casi todos los cortes de Disimula, además de repasar algunas de sus canciones más emblemáticas (Julia Roberts, La mosso...) . No parece fácil caldear el ambiente cuando no hay más de 30 personas en el local (mientras los bares donde pinchan Shakira están a rebosar), pero mi tocayo no se amilanó, y salió un bolo estupendo, con buena música, cachondeo, improvisaciones, confesiones, y la siempre agradecida colaboración de Santi Noriega a la guitarra en alguna de las piezas. Así que los cuatro gatos que nos dimos cita en la Sala Zero lo pasamos en grande. Y a veces me da por pensar: ¿qué pasaría si Rafa Pons fuera un cantante de masas, como lo son Sabina o Fito? Pues que los pabellones, o los estadios, o donde fuera que tocara, estarían mucho más concurridos, y quizás llevaría una banda de lujo, y una escenografía espectacular. Pero seguro que también serían más predecibles, más impersonales, y no se establecería la complicidad que se crea ahora entre Pons y el respetable. Él ganaría mucha más pasta, claro. Pero para los feligreses que le seguimos desde su primer disco, conciertos como el del pasado viernes no tienen precio.

  




martes, 21 de abril de 2015

Whiplash


De Whiplash (2014) oí decir: "si buscas una historia que te reconcilie con el mundo, ésta no es tu película". Efectivamente, estamos ante un filme angustioso, taquicárdico, que te deja el cuerpo con una morbosa desazón. Un profesor de música muy exigente (merecidísimo óscar para J. K. Simmons) aprieta lo indecible a un alumno suyo, con el objetivo de convertirlo en el Charlie Parker de la batería. Así que esto no va de melomanía, sinó de obsesiones enfermizas.

Por suerte o por desgracia (probablemente por desgracia), mis intereses culturales siempre han sido muy "horizontales": sé un poco de literatura, un poco de música, un poco de cine, me defiendo dibujando, he viajado algo, escribo sin demasiadas faltas de ortografía... Pero nunca una pasión me ha arrastrado tanto como para dedicarme en cuerpo y alma, ni para intentar ganarme la vida con ella. Reconozco que me hubiera gustado dominar alguna actividad artística lo suficiente para destacar, o como mínimo para comer de ella. Pero, o nunca he estado lo suficiente dotado para ningún arte en concreto, o no he perseverado lo suficiente. Y, a modo de excusa, pienso que focalizarme solamente en una afición me hubiera hecho perderme otras (por ejemplo, empecé a tocar la guitarra, pero el hecho de que tuviera que renunciar a escuchar música mientras dedicaba horas a ensayar pronto me hizo abandonar la práctica del instrumento). Eso sí, lo que veo completamente fuera de mi alcance es obsesionarme tanto por una disciplina como el protagonista de Whiplash.


En fin, y para no aburriros con mis elucubraciones (aka pajas mentales), sólo decir que el filme es tan amargo como hipnótico, y el resultado global es fantástico. 100% recomendable no sólo para los amantes del jazz sinó también para cualquiera que desee sumergirse en las obsesiones humanas o conocer los niveles de exigencia de la música en las altas esferas profesionales. Un aviso: si lo veis por la noche antes de acostaros, os costará pillar el sueño..

miércoles, 8 de abril de 2015

Reencontrándome con Fito

La noticia de que Fito & Fitipaldis publicaba nuevo disco el pasado 2014 no me suscitó demasiado interés. Sus anteriores trabajos, tanto en estudio como en directo, me habían dejado bastante indiferente, y al primer golpe de oreja el single anticipo y su correspondiente videoclip me parecieron bastante insulsos.

Y sin embargo, ¡Oh sorpresa!: aunque el bilbaíno repite la fórmula de sus últimas entregas con una precisión casi enfermiza, he de reconocer que desde que lo cargué en mi iPod que lo estoy disfrutando, y mucho. Este Huyendo conmigo de mí (2014) suena más a Dire Straits que a un spin off de Platero y Tú, si es que alguna vez la actual banda de Fito Cabrales sonó a su anterior grupo: música sin aristas, impecablemente ejecutada, amable aunque no estrictamente comercial (a no ser que el blues, del cual bebe mucho este trabajo, suene en las galas de OT y yo no me haya enterado), y letras introspectivas pero asequibles (incluyendo una ración de crítica social en el tema Nada de nada). Por supuesto, la obligada instrumental (Umore ona), y una versión de un grande de la música hispana, como vienen haciendo los Fitipaldis desde su primer álbum. En este caso, el homenajeado es Javier Krahe, con una particular relectura de su clásico Nos ocupamos del mar, que casualmente también ha versionado Dani Flaco en su último LP, Versos y madera (2014).

Nada nuevo bajo el sol, pues. Pero, quizás por ser un oasis en el yermo desierto del panorama del rock estatal, se ha convertido en uno de mis discos favoritos de los publicados el pasado año en la lengua de Cervantes. Por cierto, otro de ellos es el mentado Versos y madera, al cual tengo pendiente dedicarle un post.