lunes, 31 de marzo de 2008

Nombres

Hace días que estoy disfrutando Live, Vol. 1 & 2, un doble directo de The Screamin' Cheetah Wheelies, la banda de Mike Farris, y cuyo nombre AllMusic.com define como seguramente uno de los más absurdos de la historia del rock (una traducción muy arriesgada sería algo así como Las Ruedecitas de los Guepardos Chillones).

Y es que esto de los nombres de los grupos musicales tiene tela, y hay algunos que parecen fruto de la madre de todas las fumadas. Aún recuerdo cuando hace 15-20 años se puso de moda bautizarse con el nombre lo más llamativo posible. Así surgieron (y aún surgen) bandas con nombres tan originales/esperpénticos como Puturrú de Fuá, Los Frenillos, Un Pingüino en mi Ascensor, La Polla Records, Johnny Juerga y Los que remontan el Pisuerga, Dinamita pa' los pollos, Uri Geller y Los Cucharas o (y juro que éste también es real) Tarzán y su puta madre buscan piso en Alcobendas.

De todos modos, siempre me han gustado los nombres que tienen una historia o anécdota detrás. El grupo catalán más superventas hasta la fecha, con más de 20 años de carrera y aún en activo, son Els Pets, que significa, literalmente, Los Pedos. Al parecer, los miembros de la banda hicieron una lista de posibles nombres que ponerse, y al final incluyeron como broma Els Pets. Un amigo suyo rió al leerlo y les retó:

-
¿
Els Pets? ¿A qué no tenéis huevos de llamaros así?
- ¿Como que no?
-se picó Lluís Gavaldà, líder de la banda, -¡pues claro que tenemos huevos! ¡Decidido, nos llamaremos Els Pets!

Otro caso curioso, quizás mi preferido, es el de la anterior banda de Fito Cabrales (el actual líder de Fito & Fitipaldis). Ya tenían un bolo a la vista, pero aún no habían bautizado al grupo. El organizador del concierto les apretaba para que les dijera el nombre, ya que se tenían que imprimir los cárteles.

- Ostias, es que no sabemos como llamarnos- decía Iñaki Uoho Antón.
- Pues venga, cualquier cosa, lo que sea pero ya -les urgía el organizador. -No sé, a ver ¿qué libro os estáis leyendo ahora, alguno de vosotros?
- Hombre, -respondió Fito- pues yo ahora me estoy leyendo Platero y Yo.
- Pues venga, eso mismo, Platero y Tú.

Y con Platero y Tú se quedaron.

jueves, 27 de marzo de 2008

Válvulas y amplis

Leo en un artículo de Jorge Bueno sobre amplificadores a válvulas la explicación de esos sonidos maravillosos, de amplis al rojo vivo cuyo corazón es un componente electrónico prácticamente obsoleto en la mayoría de aplicaciones, pero totalmente vigente en el mundo de los músicos y audiófilos:

"Las válvulas fueron los dispositivos electrónicos activos por excelencia desde principios de siglo hasta bien entrados los años sesenta. Entonces se vieron desbancadas por los diminutos transistores y diodos de estado sólido, capaces de desempeñar las mismas funciones en espacios mucho más reducidos, con un menor peso y con temperaturas de funcionamiento muy inferiores a las de las válvulas. Parecía ser un gran alivio para los músicos: más potencia y menos peso... guau!!! A principios de los setenta empezaron a salir nuevas empresas que apostaban por la amplificación a transistores y las ya consolidadas ampliaban sus catálogos con este tipo de amplis para no perder ventas ni mercado.

Pero el transistor se encontró desde sus inicios con un grave problema: su linealidad y su mejor rendimiento teórico daban como resultado en circuitos de audio sonidos muy fríos y con poco carácter.

Esta es la razón básica por la que la válvula se ha mantenido desde entonces en amplificadores para instrumento musical y aplicaciones de audio profesional para estudios de grabación y alta fidelidad. Su comportamiento no lineal y "teóricamente imperfecto" quedan de sobras compensados con resultados de sonido mucho más musicales y atractivos en cuanto a la tonalidad. Un simple circuito con una sola válvula puede dar un gran carácter y color al sonido. Ni siquiera un complejo circuito digital es capaz de emular al 100% el comportamiento de una válvula..."


Todo esto viene a cuento porque hace unos días me ha tocado cambiar las válvulas de mi ENGL Sovereign. Hacía 5 años que no lo hacía y ya tocaba. Lo llevé a una conocida tienda de amplis en Barcelona, y el cambio en el sonido ha sido espectacular, porque normalmente las válvulas de serie no matan, y aprovechas para mejorarlas cuando las cambias.


Sólo cambiando las válvulas de la etapa de potencia ya mejoró un montón. Me quedó, pero, una espinita clavada. Una de las válvulas del previo que me pusieron, la que va en la posición 1, fué una Grove Tubes 12AX7M (donde M indica una re-edición de la mítica 12AX7 de Mullard, una de las marcas míticas británicas de componentes). El sonido me encantó: amplio, claro, cálido y muy musical. Pero desgraciadamente, en unas horas, el ampli empezó a hacer ruidos molestos y detectaron que era precisamente la 12AX7M la que estaba mal. Eso me costó un viaje de nuevo a la tienda, y una segunda 12AX7M volvió a fallar, así que desestimamos esa válvula y tuve que conformarme con una 12AX7 de Electro-Harmonix, que suena muy bien, pero no es lo mismo.

He buscado un poco, y aparte de confirmar que hay muchos problemas de fiabilidad con las Grove Tubes 12AX7M, he encontrado que se fabrica otra re-edición de la Mullard 12AX7, ésta con críticas excelentes.

¡Ya la he pedido, y espero poder explicaros en unos días lo bien que suena!

La eterna búsqueda del sonido continúa....

miércoles, 19 de marzo de 2008

Barceloning

El pasado viernes fui a Barcelona con mi amiga Sabrina, para hacerle de cicerone por algunos de los lugares más emblemáticos de la Gran Capital. El primer punto donde aterrizamos fue el Parc Güell, y si un viernes de marzo el parque estaba así, no quiero ni pensar como estará un domingo de julio. Vistas las hordas de turistas que deambulaban por allí, sinceramente creo que la ciudad se está convirtiendo en un monstruo que acabará por devorarse a sí mismo. La obsesión del ayuntamiento por proyectar una imagen de ciudad turística imprescindible, acompañada por los vuelos de bajo coste que la unen con cualquier punto de Europa por cuatro euros, hacen que Barcelona se esté convirtiendo en una especie de Port Aventura, con todo por y para el turista. Las tiendas del centro, los bares, los restaurantes, todo está pensado para el visitante ocasional, al cual se le pueden sablear 30 euros por una paella precocinada y sin mostrar más amabilidad que la requerida para que el cliente se vaya pronto y entre otro a ocupar su lugar. Muchos apartamentos ya no se alquilan por años, sino por fines de semana y a grupos de 8 o 10 turistas que invaden el piso para montar fiestas y llegar cantando a las seis de la mañana, para desgracia e insomnio de los vecinos del inmueble. Algunas voces, aunque tímidas, se están empezando a levantar contra tal avalancha (desde el propio Parc Güell se podía leer hace un par de meses una pancarta que rezaba Why do they call it tourist season, if we cannot shoot them?, y que ya han retirado), pero lo cierto es que la capital catalana es un imán que atrae cada vez a más visitantes.

En esas cavilaciones andaba yo, sentado en los bancos de trencadís, cuando un sonido celestial llegó a mis oídos. A mi lado, un trompetista (cubano, me pareció) empezó a interpretar Summertime. El mundo se paró, los turistas desaparecieron, y sólo quedamos Gershwin, Sabrina y yo, mecidos por las notas y acariciados por el sol de invierno. Le siguieron Moon River, el tema principal de El Padrino, y la maravillosa Manhã de Carnaval. Y entonces no tuve más remedio que admitir que, si el parque no estuviera repleto de guiris, ese músico no estaría allí, ni el malabarista que lanzaba el diábolo hasta las nubes, ni la pareja que hacían pompas de jabón del tamaño de un elefante... Así que, después de todo, algo bueno tenía la invasión foránea.

Aunque luego me clavaron 5,30 euros por una caña en un bar de las Ramblas, y el hechizo se rompió.

jueves, 13 de marzo de 2008

Duro de oído

Me imagino a mi tatarabuelo en una apacible tarde de café y tertulia con sus amigos, tranquila y con poco ruido. En cuanto pienso en ello me doy cuenta de lo poco que sé sobre él. De hecho no sé nada, y también bien poco de su hijo, mi bisabuelo. Me pregunto como es posible que haya tenido tan poca curiosidad por todas aquellas personas que han influido tan directamente sobre mi existencia, así que anoto en mi libreta de pendientes subsanar este error, y sigo con mi reflexión.

Estaba pensando cuan diferente de la nuestra fue la vida acústica de la gente que ha vivido cien o doscientos años antes que nosotros en este planeta. Ver una banda de música en directo debía ser una auténtico acontecimiento, quizás una de las pocas ocasiones en las que escuchar música en la vida. Probablemente, se cantaba, se bailaba, y se tocaba mucho más, pero de verdad, desde dentro, sin ningún atisbo de comercialidad, ni de mercado, sino para sentir y para hacer sentir.

Pero lo que más les impactaría, si pudieran vivir nuestra experiencia musical actual, es el volumen. Estamos acostumbrados a ello, pero en nuestros tiempos, todo atruena. Timbres de teléfonos móviles, bocinas, alarmas, motos trucadas para ser el máximo petardeador de la galaxia, y sobretodo, CDs creados buscando el límite de volumen, conciertos atronadores y bares donde la gente intenta hablar bajo una lluvia de decibelios infatigable (esto último siempre ha molestado mucho a los que como yo, llegaron tarde al reparto de caras, y para ligar, deben compensarlo con una buena conversación. En estas condiciones, imposible, calabazas y a dormir la mona solo, again).

Empiezan a salir las primeras informaciones sobre los daños causados por la música a alto volumen escuchada con auriculares, y es que se trata de un daño progresivo, que apenas se nota, pero que convertirá a muchos, dentro de 10 ó 15 años, cuando tengan 40, en tíos muy muy duros... pero de oído.

Entre los músicos, técnicos y demás profesionales del sonido, la cosa está peor, y creo que es uno de los secretos más escondidos o ignorados del negocio. Es imposible que unos oídos puedan soportar la caña regular de ensayos y directos típica de una banda de rock. Yo mismo hace tiempo que noto los efectos: en silencio, mis oídos son como una televisión sin ningún canal sintonizado (¿recordáis aquella pantalla con nieve? Pues eso). Es leve, pero sé que puede a ir a más. Se llama tinnitus, o pérdida gradual de oído por trauma acústico. Buscas un poco, y aparecen muchos nombres conocidos: Pete Townshend (The Who), Neil Young, Sting, James Hetfield (Metallica), Jeff Beck, Mick Fleetwood (Fleetwood Mac), ...

Hace tiempo que toco con protección, pero no es lo mismo. Se pierden agudos, medios, y muchísimo feeling, pero sé que, si no me protejo, los voy a perder igualmente de forma definitiva en unos años. Pero es que un ampli de guitarra, a válvulas, es la bomba cuando lo aprietas un poco (en todo caso, da igual, los que tocáis rock con un buen batería, en un local pequeño, sabéis que hace falta darle caña al master para oír tu instrumento).

En todo caso, e incluso con protección, cada ensayo tiene un precio, y lo notas cuando acaba (pero, ya me avisaron Los Suaves, no puedo dejar el rock).

Es posible que acabe como una campana. Para conformarme, pienso... ¡para lo que hay que oír!.

domingo, 9 de marzo de 2008

Un bicho raro

Acabo de terminar Firmin, la opera prima e inesperado best-seller del norteamericano Sam Savage. Firmin es la más escuálida de las 13 crías que forman la camada de Flo, una rata oronda y alcohólica que vive en el sótano de una librería de Boston. Y como Flo sólo tiene 12 pezones, Firmin tiene que comer páginas de libros para complementar el escaso alimento que le dejan sus voraces hermanos, que tras la ingesta diaria caen borrachos dejando al pequeño poco más que unas gotitas de leche materna.

Gracias al hábito de roer páginas y páginas de clásicos de la literatura, Firmin adquiere la capacidad de leer, y empieza a devorar (ya no físicamente, sino leyéndolas de cabo a rabo) las obras de los que él llama los Grandes: Tolstói, Cervantes, Joyce... La rata también es una enamorada del cine clásico en general y de Ginger Rogers en particular, y gran amante de los discos de Gershwin, Charlie Parker y Billie Holliday, entre otros (Siempre me había gustado el jazz, gracias a Fred Astaire, y ahora empecé a aficionarme también al más moderno. Poníamos una y otra vez un LP titulado No Sun in Venice, tan sereno, tan triste, con Milt Jackson al vibráfono). Y, pese a tener gustos tan exquisitos, o precisamente por ello, Firmin es un bicho raro, un romántico que no encaja ni con sus roedores congéneres ni en un mundo de humanos cada vez más deshumanizado.

Deliciosa pues, esta fábula moderna, y toda una metáfora de los que a veces también se sienten como un bicho raro por preferir un libro a una revista de coches, un filme de Lubitsch a un capítulo de Matrimoniadas o un disco de Chet Baker a uno de David Bisbal.

martes, 4 de marzo de 2008

Jeff Healey ha muerto

Estoy triste. El domingo murió Jeff Healey, uno de los artistas que más me hizo y me ha hecho disfrutar. Tenía sólo 41 años, y toda su vida luchó contra el cancer.

Cuando tenía un año, una forma de cancer retinal lo dejó ciego, pero eso no fué óbice para que con 3 años, cogiera ya una guitarra eléctrica y desarrollara una peculiar forma de tocar, sobre las piernas, a lo lap, con un ataque agresivo pero dulce y melódico a la vez.

Con su voz suave, practicó con la Jeff Healey Band un blues incendiario que dejó hace unos años para pasarse a la trompeta swing (estaba loco por el vintage jazz, tenía una colección de más de 30.000 vinilos), y que recuperó en un último disco, Mess of Blues, publicado hace tan sólo un mes, y que aún no he tenido ocasión de escuchar.

La música fue su pasión, y creo que la disfrutó intensamente. Se ha ido uno de los grandes, y muy pronto. Pero seguimos viendo la luz.

domingo, 2 de marzo de 2008

Sintonías

Como le está pasando a mucha gente, últimamente veo más series que cine. En estos momentos estoy siguiendo un par que, casualmente, tienen un planteamiento casi idéntico: editor/escritor madurito, divorciado, con hijo/a adolescente, todavía enamorado de su ex-mujer, la cual está a punto de contraer segundas nupcias, y a la que intenta recuperar a toda costa (eso sí, mientras se dedica a tan loable empresa se va tirando a todo lo que se menea). La del editor es Sigue soñando (Dream On), que emitieron en Canal + a mediados de los 90, y la del escritor es Californication (que no sé donde la emiten porqué se la encargo a la mula electrónica, que me la trae ipso facto y sin anuncios, la muy bendita).

He de decir que estoy disfrutando ambas, pero veo un defecto en Californication en comparación con Sigue soñando: la sintonía del inicio. Mientras que la serie de los 90 empezaba con un tema de jazz fantástico (no sé si es swing, be bop, free jazz o whatthefuck), Californication se inicia con una insulsa música electrónica (que ni sé ni quiero saber etiquetar). Pero lo peor es que esta tónica es bastante habitual: grandes series actuales, como House, Heroes, Perdidos o Me llamo Earl (que goza de una destacable BSO, por cierto) tienen unas sintonías de lo más aburridas y fácilmente "olvidables". Y, llamadme sentimental, pero no puedo dejar de añorar los grandes temas que abrían las producciones de antaño, y que han quedado grabados en la memoria de todos los que las gozamos. ¿O hay alguien que no recuerde con que música empezaban La Familia Adams, Superagente 86, Doctor en Alaska o Friends?

Por otro lado, no puedo sino romper una lanza a favor de las excelentes series que se están produciendo estos últimos años, rompedoras e irreverentes. Pero, ¿tanto costaría ponerles una sintonía acorde con su calidad?

PD: Os dejo la sintonía de Sigue soñando, a ver qué os parece (maestra, por favor, ilumíname y dime qué estilo de jazz es éste).