martes, 26 de febrero de 2008

Bellrays: Predicando el Rock'n'Soul


Blues is the teacher, punk is the preacher. Maximum Rock'n'Soul.
Antes de seguir, por favor, dadle al play, y subid un poco el volumen:


Dios, que declaración de principios. Esta es la portada del web oficial de los Bellrays, tremenda banda de Los Angeles que me está alegrando el mes de febrero. Como me gustan esas palabras, como me gusta ese logo, y como me gusta que sea verdad, porque lo prometido se cumple: no conozco ninguna otra banda capaz de combinar tan magistralmente una voz soul como la de Lisa Kekaula, su vocalista, con el punk cañero de un power-trio imparable.


Aquí, cualquier asociación del tipo músicos punk = 4 acordes desafinados no tiene cabida. A las pruebas me remito. Aquí los tenéis en un directo, versionando a AC/DC. Ojo que voz.... señores, que esto está grabado con una videocámara normalita. Como me gustaría ver conciertos así a menudo, pero esto es otra historia.


Si lo visto/oído os ha gustado, no dejéis de pegarle una escucha a Have a Little Faith, el último trabajo (casi penúltimo, está a punto de salir el nuevo). Y si os cruzáis con otra banda así, no os olvidéis de avisarme. Os lo agradeceré eternamente.

Nos vemos las calvas.

martes, 19 de febrero de 2008

Hacia rutas salvajes

En julio de 1999 crucé buena parte de Alaska con mi amiga Jeanette, parapetando con nuestro coche a una participante en la Sadler's Alaska Challenge, la carrera en silla de ruedas más larga del mundo. Para proteger a nuestra corredora conducíamos a una media de unos 5 kms/hora, y a tan "vertiginosa" velocidad teníamos tiempo de sobra para deleitarnos con el paisaje que se desplegaba a ambos lados de la carretera: cientos de kilómetros de ríos, montañas y bosques que te llenaban los ojos de una belleza abrumadora, además de hacerte sentir pequeñito, pequeñito...


Al pasar cerca de una pequeña senda que se internaba en el bosque, Jeanette me contó que ese era el camino que había emprendido Chris McCandless, un joven que decidió vivir 3 meses solo en lo más profundo de Alaska, y cuya aventura se narraba en un libro de Jon Krakauer titulado Hacia rutas salvajes.

Al llegar a casa compré el libro al instante, lo devoré en pocos días y se convirtió en una de mis lecturas de cabecera. Y es que el tema me apasiona: gente que decide abandonarlo todo por lanzarse a la aventura. Hacia rutas salvajes narra las historias reales de valientes que dejaron atrás una vida cómoda y previsible en busca de las emociones que sólo la naturaleza puede proporcionar, centrándose sobre todo en la odisea del joven McCandless e investigando lo que fue su vida desde que "se fugó" de la Universidad hasta que se adentró en la Alaska salvaje.

Hace escasas semanas se estrenó la película, dirigida por Sean Penn, y tras un año de exilio voluntario de las salas de cine, corrí a verla. El filme es maravilloso. Narra exclusivamente la historia de McCandless, interpretado por el soberbio actor novel Emile Hirsch, y plasma de forma magistral los sueños del joven aventurero, su facilidad innata para ser querido, su amor por la naturaleza y su desprecio por la vida urbana y consumista. Una acertada estructura no lineal, unos diálogos evocadores y unos secundarios a la altura de las circunstancias hacen de la cinta una pequeña obra de arte completamente imprescindible. Además, este intenso poema visual (como lo ha definido el ascensorista) viene aderezado con una apropiada banda sonora a cargo de Eddie Vedder, líder de Pearl Jam.

Así que disfruté de lo lindo con la versión cinematográfica de Hacia rutas salvajes aunque, como me ocurrió al leer el libro, los impulsos de hacer la mochila y lanzarme al viaje me fustigaron durante las dos horas y pico que dura el film, y durante varias de las noches siguientes. Y es que, como siempre me dice David, burlándose: "Rafa, no deberías ver este tipo de películas".

PD: Las alucinantes fotos que decoran este post son de mi amigo Óscar que, hace unos meses, también estuvo por tierras alaskeñas.

viernes, 15 de febrero de 2008

La esencia

Esto del lenguaje es una herramienta bien maja, la verdad. Que podamos comunicar nuestros pensamientos y sentimientos a otras personas por medio de la palabra es un hecho que asombra si piensas en lo que ha tenido que evolucionar la humanidad hasta conseguirlo.

Os diría que es mi forma preferida de comunicación, pero hay otra que me gusta más, umm.... Pero estas otras requieren contacto y/o intercambio de fluidos, y eso ya es otro cantar. Bueno, para ser precisos, hay individuos que intercambian fluidos incluso cuando hablan, pero oye, mejor nos dejamos de porquerías y os cuento algo sobre rock'n'roll.

Lo de plasmar nuestras ideas en palabras tiene un problema, sobretodo cuando hablamos de cosas tan subjetivas y atadas a las emociones como la música: el uso de etiquetas. Todo cuanto vemos, percibimos y experimentamos tiene que ser etiquetado y clasificado para poderlo transmitir por via oral, y eso es un problema, porque inmediatamente se pierde la esencia de la experiencia.

Que si rock, que sipop, que si progresivo, que si alternativo, que si indie, que si ....

Preguntas por el concierto de esta noche de una banda que no conoces, y en la respuesta, inevitablemente, aparece la categorización: "estos hacen rock industrial con matices de country progresivo". Coño, vamos a dejarlo, mejor nos vamos al cine. Y lo que te hubiera gustado si hubieras ido, lo que te has perdido, porque tocaban como dios, pero como no entra en tu categoría, ya prejuzgas y decides. Y así, en todos los aspectos de la vida.

Por eso valen tanto la pena esos momentos en que pones a descansar tu mente, le das al play, y la música te invade con una energía que te recuerda al primer día que la descubriste. Es entonces cuando te das cuenta de que eres un adicto, muchacho, y que harás lo que sea para conseguir tu dosis. Y es que esta droga, y de muy pocas puedes decir esto, no tiene efectos secundarios negativos, a no ser que te pases con el volumen.

Y mientras suena el tema, sigues flipando hasta que bajas la guardia y vuelves a las andadas. Vuelves a conceptualizar y pensar que estás escuchando "rock sureño de una excelente jam band, que a veces es capaz de tocar reagge fantásticamente, aunque el último disco es un poco justito".

Y justo entonces, en ese momento, acabas de perder la esencia.


miércoles, 13 de febrero de 2008

XXX

En 2003 leí un artículo de Diego A. Manrique (no recuerdo si fue en Tentaciones o en Rolling Stone) donde hablaba de dos discos homenaje que habían salido casi a la par, cada uno a un lado distinto del Atlántico.

El de este lado era Entre todas las mujeres, donde cantantes femeninas (Rosario, Ana Belén, Carmen París...) versionaban canciones de Sabina. El del otro lado era XXX, un homenaje a José Alfredo Jiménez con motivo del 30 aniversario (de ahí el título) de su muerte. Manrique comentaba lo predecible que resultaba el primero y lo arriesgado y fresco que era el segundo, paradigmas ambos de las industrias musicales de España y Méjico.

En su momento pude certificar las sabias reflexiones del crítico en lo que a Entre todas las mujeres se refería: un disco correcto pero soso, falto de sorpresas, y que apuntaba a la comercialidad más deleznable.

Casi 5 años después ha caído en mis manos la otra cara de la moneda, y otra vez tengo que estar completamente de acuerdo con Manrique: XXX es un disco aventurado, sin prejuicios, que reinventa las eternas rancheras del gran José Alfredo para convertirlas en ska, rock atronador o blues. Estupendas versiones de artistas consolidados como Bunbury, Maná o el propio Sabina se combinan con las de grupos menos conocidos por nuestros lares, como Panteón Rococó, Bacilos o Moderatto, que hacen una espectacular versión de El Rey mezclada con el Should I stay or should I go de The Clash:




Como todo disco de VVAA, el resultado fue algo irregular, pero en general muy satisfactorio, y sobretodo me resulta encomiable la osadía de los músicos y de la discográfica mejicana al publicar un trabajo así. Mientras tanto, la industria española se apresuraba a llenarse los bolsillos con refritos previsibles, triunfitos y otra carne de radiofórmula. Panorama que no ha cambiado demasiado en el lustro que ha pasado desde entonces, por cierto.

domingo, 10 de febrero de 2008

Una de cal y otra de arena

Soy de aquellos adictos a la música que, a pesar de no ser especialmente mitómano, necesito conocer detalles de aquellos artistas que me mueven. E incluso diría que necesito que haya una cierta conexión ideológica. Siempre he pensado que aquellos que llegan a lo más alto, o que están en una posición donde son vistos y oídos por mucha gente, tienen una cierta responsabilidad e incluso, un cierto deber para intentar mejorar las cosas. O como mínimo no hacer barbaridades que las empeoren.

Esto en un músico es muy discutible, y si hablamos de rock'n'roll suena marciano. ¿Pero que estoy diciendo? Pero si lo que mola es destrozar guitarras, beber hectolitros de bourbon (especialmente con el torso desnudo y a morro), tener sexo peligroso y a discreción, y llevar una vida de autodestrucción bohemia. Y sigo pensando que, sin ser condición sine qua non, en los artistas en que esto es auténtico, yo disfruto del espectáculo.

Pero cuando lo que veo es violencia, malos rollos, ideas extremistas (en los dos lados del panorama stereo) y otras porquerías, se me corta el rollo.

Esto me acaba de pasar con Marc Ford, guitarrista al que admiro de verdad, y no por sus discos con los Black Crowes, que encuentro excelentes, sino por sus trabajos previos y posteriores en solitario, especialmente el imprescindible It's about time (2002) y el difícil de encontrar Burning Tree, del powertrio homónimo (1990).

Y entonces llega a mis ojos el siguiente vídeo, y no me gusta lo que veo en el minuto 4:40. Quizás direis que, para opinar, debería haber estado allí y que el aspirante a harmonicista a lo mejor se merece el trato que recibe, por llaga y pesado. Pero con los datos que tengo, no me mola la reacción de Marc.




Lo que sí me mola (claro, volvemos al plano musical) es como la banda reemprende la canción sin perder un solo beat. Olé, pedazo de músicos. Si es que, muchacho, dejate de ideas, de política y de comportamientos, y escucha lo que entra por tus oídos, que si te pones a juzgar a todos los músicos responsables de todos los CDs que pueblan las estanterías de tu habitación, vas a tener que tirar a la basura como mínimo la mitad.

Y con esta reflexión me quedo a gusto, y me conformo unos días, hasta que veo al grandísimo Neil Young, del que no soy fan ni mucho menos, y alucino cuando se marca en directo un Let's impeach the president que remueve conciencias, creando conflicto en un país no acostumbrado a cuestionarse estos temas. Y si no, observad la reacción del público. Unos gritan entusiasmados, otros se marchan ipso facto, y muchos discuten y la lían en los pasillos.


El vídeo corresponde a la presentación en el festival independiente de Sundance de la película CSNY: Deja Vu, correspondiente a la gira Freedom of Speech Tour del 2006.

Let's impeach the president for lying
And leading our country into war
[...]

domingo, 3 de febrero de 2008

Moe. - Sticks and Stones

Acabo de descubrir a un grupo llamado moe., una a mi juicio mal llamada jam band que acaba de estrenar disco este 2008. Sticks and Stones es el nuevo trabajo de estos músicos de Buffalo, Nueva York. Supongo que lo de jam band vendrá por sus habilidades en directo, porque si lo que hacen estos tíos sobre un escenario aumenta la calidad de lo que aquí presentan, habrá que apuntarlos en la lista de imprescindibles, donde sea que la tenga escondida.


Aquí no hay solos interminables, ni temas que superan los 7 minutos, sino canciones redondas, con melodías de voz curradísimas y una banda que respira, que controla el ambiente y el ritmo de unas canciones que no me atrevo a etiquetar estilísticamente con precisión, pero que a los amantes de un sonido americano sureño (con acentos pop) les encantará.

Vale la pena echarle el oído, si conseguís encontrarlo, porque no son demasiado conocidos aquí. Os dejo un link orejístico para que veáis que tal suenan.