viernes, 27 de junio de 2014

Q

Ando leyendo estos días Q: The Autobiography of Quincy Jones, que compré en un mercadillo de segunda mano organizado por la comunidad anglosajona de Tortosa. Voy más o menos por la mitad, y sospecho que lo que he leído hasta ahora es lo que más me va a gustar: su infancia, y sus inicios como músico, compositor y arreglista de jazz y bebop. Sobre todo, por el ambiente de los tugurios donde empezó tocando y empapándose del mundillo, las anécdotas de las giras de las bandas en las que militó, y la cantidad de personajes míticos que van apareciendo: Billie Holiday, Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald, Ray Charles, Count Basie, Duke Ellington, Louis Jordan, Dizzy Gillespie, Miles Davis, Charlie Parker, Frank Sinatra, Tito Puente, Malcolm X…

Al ser una autobiografía (aunque apostaría que se la escribió un "negro"), Quincy Jones probablemente evita los episodios más escabrosos de su dilatada carrera, o los maquilla para que parezcan pequeñas locuras de juventud. Y en los testimonios que acompañan a sus historias, gente como su primera exmujer o sus mejores amigos no hacen más que tirarle piropos y hablar de lo bueno, generoso y maravilloso que es. Pero a pesar de la falta de objetividad, se deja leer, tiene un ritmo ameno, contiene momentos brillantes, y es una buena manera de conocer de primera mano buena parte de la historia de la música americana de la segunda mitad del siglo XX.

viernes, 13 de junio de 2014

...y Nueva York

Hace unos meses descubrí algo que, ignorante de mí, y a pesar de llevar lustros tomando vuelos intercontinentales, no sabía: si entre el origen y el destino tienes que hacer transbordo, el billete te va a costar lo mismo estés un par de horas en la ciudad de enlace, o varios días. Creo que no todas las compañías aéreas lo permiten, pero Delta Airlines, con la que volábamos desde Vancouver a Barcelona, sí. Así que aprovechamos nuestro regreso de Canadá para pasar 4 días y 3 noches en la ciudad del transbordo: Nueva York.

Ha sido mi cuarta vez en la Gran Manzana, y es que es un lugar al que siempre me gusta volver, pese a ser caótica, ruidosa, insoportablemente calurosa en verano e insoportablemente gélida en invierno. Pero de un modo u otro, siempre te sorprende, y más cuando vienes de un país tan organizado, limpio y ordenado como Canadá para aterrizar en las calles bulliciosas y medio en obras de Chinatown y Little Italy, donde estaba el apartamento que nos habían dejado.

Tras instalarnos, lo primero que hicimos fue ir a desayunar a una cafetería de Soho que nos habían recomendado, llamada Cafe Select, y allí nos encontramos ni más ni menos que a Björk: discretísima ella, con un vestido amarillo fosforescente, y hablando en islandés (supongo) con una amiga, a tan solo un par de mesas de nosotros. Lástima que no sea yo muy seguidor de su música (nada, de hecho), porque si hubiera sido Stevie Nicks o Norah Jones, fijo que le pido un selfie.


Los cuatro días pasaron rápido, y como viajábamos con la peque, no tuvimos ocasión de ir a ningún club de jazz o similar, como en algunas de las visitas anteriores. Así que disfrutamos de sus lugares más emblemáticos, pero en Nueva York tengo esa sensación de que lo que te pierdes es mucho más de lo que ves: los barrios menos conocidos, los garitos de música en directo, los bares alternativos donde se mezclan razas y culturas de todas partes del mundo... Siempre he pensado que vivir o pasar una temporada larga allí tiene que ser una pasada, pero los viajes como turista dan para lo que dan. En fin, que nos quiten lo bailao, y en otra vida será.

viernes, 6 de junio de 2014

Canadá...

En 1992, uno de los pabellones más visitados y celebrados de la Expo de Sevilla fue el de Canadá. Su principal atractivo era una pantalla de cine gigante y de alta definición, tipo IMAX, donde se proyectaba un documental sobre las maravillas naturales que ese país alberga. Al salir de la proyección, boquiabierto y ojiplático, me prometí a mí mismo que algún día estos ojitos astigmáticos que me había dado Dios tenían que ver en vivo y en directo tamaño espectáculo.

Este mayo, por fin, y gracias a unas fortuitas circunstancias que no vienen al caso, he podido satisfacer el deseo latente desde hace casi 22 años. Y he de decir que las expectativas se han cumplido con creces. Tranquilos: no voy a hacer una crónica pormenorizada del viaje y de los parajes que hemos disfrutado en los 1.880 kilómetros recorridos desde Calgary a Vancouver, en la caravana que aparece más abajo. Entre otras cosas, porqué intentar explicar con palabras la grandiosidad del paisaje canadiense resulta del todo imposible. Tan imposible, sospecho, como intentar capturarla en fotos de 800x600 píxeles. Pero bueno, pese a ello, cuelgo aquí unas instantáneas, y para que os hagáis una ligera idea de cómo se las gasta la naturaleza en el país norteamericano, sólo daré un dato: se estima que en Canadá hay alrededor de ¡tres millones! de lagos, el 60% de todos los que hay en el mundo.