viernes, 24 de mayo de 2013

The Quireboys en Apolo 2


Miércoles, 8 de mayo de 2013. La 2 de Apolo, Barcelona. Como el día siguiente es laborable, el concierto empieza pronto, a las 21.40, cuando fuera aun no ha oscurecido del todo. En la sala, buena entrada y un calor infernal, que se acrecienta al ver a Spike ataviado con camisa de manga larga, chaleco, casaca y el inefable pañuelo en la cabeza. Y además, los bolos de The Quireboys no se caracterizan precisamente por su frialdad, así que se augura una velada calentita.

Empieza el show con Tramps and Thieves, de su segundo trabajo Bitter Sweet and Twisted. Es un espejismo, claro: a continuación suenan There She Goes Again y The Misled, los dos primeros de la que será una larga lista de temas pertenecientes a su disco más famoso y celebrado, A Bit of What You Fancy. Luego, Too Much of A Good Thing, presentación del que será su próximo álbum, Beautiful Curse, para inmediatamente volver a los clásicos del A Bit...: Roses and Rings y Whippin' Boy.

Como no podía ser de otra manera, ya que llevan casi un cuarto de siglo defendiéndolas en directo, las canciones suenan poderosas, bien engrasadas, impecables. Y Spike, pese a los años y una cojera recién estrenada, sigue siendo un frontman alucinante, dejándose la piel y transmitiendo un buen rollo contagioso. Mucho C'mon!, mucho Uh Yeah!, y un ambiente festivo y rockero que no decae con el paso de los lustros.

Atacan Mona Lisa Smiled, del Homewreckers and Heartbreakers y This Is Rock'n'Roll, del disco homónimo, para volver con Hey You, el que fue single de presentación de su debut. A continuación, otro tema inédito, Mother Mary (para mí, mejor que el Too Much of a Good Thing mencionado anteriormente), y de vuelta al A Bit...: Sweet Mary Ann, 7 o'clock y la balada I Don't Love You Anymore.

Y para terminar, los bises, a cargo de I Love This Dirty Town (del Homewreckers...) y, como no podía ser de otra manera, Sex Party (¿adivináis de qué disco?). Fin de fiesta tras 80 minutos, que pasaron en un santiamén y que dejaron al respetable con ganas de más rock'n'roll.


 
En definitiva, un buen concierto para los amantes de la banda, y se disculpa la corta duración por el estado físico de Spike que, incapaz de tomárselo con calma, bailaba a la pata coja. Eso sí, un repertorio demasiado predecible ya que, en mi opinión, The Quireboys tienen una discografía más que digna, y basar los conciertos en su primer LP (del cual eran 9 de los 15 temas que sonaron) dan poco espacio para la sorpresa. Pero en fin, hay que reconocer que, aunque asistimos al mismo espectáculo que en las anteriores visitas de los londinenses y muy probablemente las futuras, los que allí estábamos amamos el A Bit of What You Fancy, y si son canciones que no te cansas de escuchar en disco, ya no digamos en directo. Aunque la verdad, que hubieran apostado por Debbie o King of New York en lugar de Sweet Mary Ann o I Don't Love You Anymore, o que hubieran colado alguna versión de The Faces, por ejemplo, no hubiera estado nada mal. 

jueves, 9 de mayo de 2013

La absolución de Carla

Hay cosas imperdonables. Que Carla Bruni, la bella Carla, modelo sin parangón, antaño protagonista de húmedas fantasías de adolescentes, y artífice de esa maravilla que fue Quelqu'un m'a dit (2003), se casara con Nicolás Sarkozy, aciago presidente de Francia y representante de la derecha más recalcitrante de su país (si no contamos a los impresentables del FN, claro) es una de ellas. Que en su último disco, Little French Songs (2013) dedique una canción al mentado Sarkozy, humanizándolo, y otra ridiculizando al que le arrebató la presidencia del país, el socialista François Hollande, también tiene delito. Y que incluya un ejercicio de pedantería relatando sus experiencias en casa de Keith Richards y su antigua novia Anita Pallenberg allá por los años 70, ya es el colmo de los colmos.

Pero claro, uno va oyendo el disco, y va sintiendo como la voz susurrante de Carla le va acariciando la nuca. Con esos aires de chanson, con ese sabor a blues añejo, con esos sonidos robados al jazz, con esa simplicidad que parece tan fácil y es tan y tan difícil... Además, las canciones mencionadas, Mon Raymond, Le Pingouin y Chez Keith et Anita respectivamente, son de lo mejorcito del álbum, verdaderas joyitas donde notas que la exprimera dama se lo está pasando en grande, y transmite esa alegría, ese buen rollito, ese "esto lo hago yo porqué disfruto haciéndolo". Y mira, uno va dejando de lado el rencor, los reproches, el haberse pasado al enemigo, y no puede hacer más que cerrar los ojos y dejarse mecer por la voz ronroneante de Carla la traidora, Carla la pérfida, pero también Carla la sensual y magnética que nos estremeció hace 10 años con su álbum de debut, y que vuelve a hacerlo con este Little French Songs. Así que, misericordioso que es uno, decide perdonar lo imperdonable, olvidar viejas rencillas, y caer rendido a los pies y, para que nos vamos a engañar, también a las infinitas piernas, de Carla Bruni. Si es que, en el fondo, somos unos santos...