sábado, 29 de diciembre de 2012

Repasito 2012

Languidece 2012, y el mundo no se acabó, aunque está cada vez más jodido, eso sí. Como es habitual por estas fechas, doy un breve repaso de lo que ha dado de sí, bourbonstreeticamente hablando...

Terminé 2011 y empecé el nuevo año recorriendo parte del Camino de Santiago, esta vez de León a Ponferrada.

He comentado algunos discos surgidos al otro lado del Atlántico (los últimos de Little Willies o de Lynyrd Skynyrd, por ejemplo), y he descubierto buenos grupos de nuestro continente, como los griegos Wild Rose, los suizos Gotthard, y los suecos Nubian Rose y Diablo Swing Orchestra. Europa se hunde, pero con una banda sonora de lujo.

En España han habido dos huelgas generales (29-M y 14-N), y la justicia está que da penita verla, a tenor de los juicios a Garzón y Krahe. Menudo panorama...

He ido a pocos conciertos: Luis Ramiro y The Brew en marzo, Dani Flaco en junio, y poco más. A ver si el año que viene me prodigo más por las salas de música en vivo.

Por cierto, en abril me vapulearon de lo lindo por cachondearme de una banda de homenaje a Kiss.

En febrero hice limpieza, y estuve a punto de tirar mis viejas cintas de cassette, aunque con vuestros comentarios me convencisteis de que no lo hiciera. Se han quedado acumulando polvo en el lavadero, y no puedo jurar que sobrevivan a la próxima mudanza.

Han salido algunos buenos álbumes este año, pero a mi juicio nada que te reviente la cabeza, y cada vez escucho más a los clásicos. Este año han sonado mucho en mis orejas Styx, Rainbow, Mötley Crüe y, sobre todo, Scorpions. Además, he creado una lista inteligente en iTunes que mete en el iPod discos que tenía olvidados, y han vuelto a mi memoria temas como el de Olga Román que cuelgo más abajo, que me sigue poniendo la piel de gallina.

En agosto me dediqué al turismo local, y en septiembre nos fuimos una semanita a Oporto. Nada que ver con hace exactamente diez años, cuando estuve con la mochila a cuestas por Australia.

Y en mayo sucedió lo que, hasta la fecha, es uno de los acontecimientos más importantes de mi vida: nació mi primera hija. Y es un solete.

En fin, hasta aquí un raudo y veloz repaso de lo que para el que suscribe ha supuesto 2012. Feliz año nuevo a todos, y que 2013 sea mejor, en especial para los que sufrís la lacra del desempleo. ¡Ánimo, y a seguir!

sábado, 15 de diciembre de 2012

Curiosidades del mundo animal

Si hace unas semanas inauguraba una sección titulada Discos que no te salvarán la vida, pero que te pueden alegrar el día, hoy hago lo propio con otra que he llamado Curiosidades del mundo animal. En ella encontraremos grupos y álbumes que mezclan estilos que, a primera vista, combinan tan bien como una casaca militar con unas mallas de ballet de color rosa. Y sin embargo, la mayoría de las veces el invento funciona, y descubriremos buenos a la par que atípicos discos que, si no se convertirán en nuestro álbum de cabecera, sí que nos alegrarán las orejas y nos arrancarán alguna que otra sonrisa. Y quién mejor para desvirgar esta sección que los Diablo Swing Orchestra.

Ni más ni menos que desde Suecia nos llega este grupo que fusiona ritmos tan dispares como el metal, el swing y la ópera, aunque en sus temas también podemos encontrar retales de stoner, de sonidos árabes o de corridos mejicanos, entre otras perlas. Pero la cosa es que, créanlo o no, suenan bien. En la banda, como no podía ser de otra manera, encontramos instrumentos poco habituales en el metal: ahí están ese trombón, esa trompeta y ese violonchelo, acompañando a los imprescindibles bajo, batería y guitarras, y a la fantástica voz de su cantante Annlouice Loegdlund.

Su tercer y último larga duración atiende al curioso nombre de Pandora's Piñata (2012), y el tema que lo abre no tiene desperdicio. Se trata de Voodoo Mon Amour, cuyo lyric video cuelgo más abajo. Pasen y vean, y disfruten de este engendro demoníaco que es Diablo Swing Orchestra. Otro día, más rarezas.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Australia

Me parece increíble que hayan pasado ya diez años desde que un día solicitara una excedencia en el trabajo, pidiera prestada una mochila, y me fuera 3 meses a recorrer Australia. Ni hace falta decir que fue uno de los viajes de mi vida. Pese a la década transcurrida, aun recuerdo con sorprendente nitidez muchos de los paisajes que disfruté, muchos de los albergues en los que pernocté, y sobre todo mucha de la maravillosa gente que allí conocí. A la mayoría de ellos les he perdido la pista, con algunos he seguido manteniendo contacto e incluso nos hemos visitado en nuestros respectivos países, y a otros los he vuelto a localizar recientemente, como a Mirella, con la que viajé durante 3 semanas y a quien he reencontrado hace unos días gracias a Facebook, ya con dos hijos y viajando ahora por tierras neozelandesas.

 Muchas son las anécdotas de aquel viaje, empezando por el temor al llegar de si 3 meses solo se me harían largos y querría volverme antes, o la pena justo antes de regresar a casa de no poder extender la excedencia 3 meses más. Pero éste es un blog de música, y mis experiencias musicales en el país austral fueron escasas: la sorpresa de la primera canción que escuché al llegar (¡el Aserejé!), un concierto de southern en medio del outback, el perderme un bolo gratuito de Bon Jovi del cual pasé a pocas calles y del que me enteré una hora después de que terminara, y poco más. Así que me limitaré a relatar una anécdota que, believe it or not, es totalmente cierta:

Estábamos en el pueblo costero de Byron Bay, tras terminar un curso de surf de una semana. Nos preparábamos para ir a cenar cuando alguien nos avisó que Sean, uno de los profesores del curso, de casi 2 metros de alto y con una espalda como un armario ropero, iba a mostrar cómo se tomaba el tequila al estilo australiano, asegurándonos que nunca habíamos visto nada igual. Bajamos a la zona común del albergue, donde encontramos a Sean con un chupito de tequila en una mano, una raya de sal en la otra, y medio limón sobre la mesa.

Pues vaya con el australian way -pensé-, es el mismo que el del resto del mundo. 

Cuando ya eramos unos cuantos los congregados, el surfista hizo su demostración: con tres movimientos rápidos, se bebió el tequila de un trago, esnifó la raya de sal del dorso de la mano, y se exprimió el limón sobre sus ojos. Todos estallamos en un grito unánime, mientras Sean se retorcía de dolor, tosiendo y llorando a moco tendido.

Efectivamente, nunca habíamos visto a nadie tomar el tequila así.