miércoles, 22 de marzo de 2017

Popa Chubby en la Sala Zero


Sala Zero (Tarragona), domingo, 12 de marzo de 2017. ¿Cómo, o mejor dicho, por qué pasó a engrosar mi discoteca el CD How’d a White Boy Get The Blues (2001), de Popa Chubby? Cuando lo compré no existía Youtube, ni Spotify, y las emisoras de radio que se pillaban por mi zona raramente programaban blues-rock (por desgracia, eso no ha cambiado demasiado a fecha de hoy). O sea, que dudo mucho que escuchara ninguna canción suya en ninguna parte. Pero aun así me hice con él, y me encantó.

Así que, 16 años después, aluciné cuando David me dijo que el neoyorkino tocaba ni más ni menos que en Tarragona. Por supuesto, no nos íbamos a perder la cita, así que allí nos plantamos, un domingo, a las ocho de la tarde. Mucho me temía que seríamos cuatro los gatos que asistiríamos al concierto. Pero no: la afluencia de público, sin ser un exitazo, fue más que digna. Y lo mejor: todos los asistentes nos entregamos al bluesman desde el primer minuto.

No sé cuánto pesa Poppa Chubby, pero no debe faltar demasiado para los 200 kilos. Así que camina lento, inseguro, esquivando cables y pedaleras para estrechar las manos de los asistentes de las primeras filas. Pero cuando toma asiento y ataca con su Stratocaster desconchada, no hay quien le pare. Empieza con un instrumental poderoso, con un sonido que recuerda a George Thorogood. Pero no solo el blues-rock domina el americano. Como él comenta con acento yanqui pero la mar de entendible, ama el blues, el rock’n’roll, el jazz, el heavy metal…  y da fe de ello tocando con maestría todos los palos. Sus dedos rollizos se deslizan a velocidad de vértigo, su simpatía y autenticidad conquistan al más receloso, y la Sala Zero se incendia. La banda, bajo y batería, muy bien también, y aunque Chubby no hace más que tirarles piropos, en ningún momento eclipsan al protagonista.

Su repertorio de temas propios lo complementan algunas versiones tan curiosas como emocionantes, como el Hallelujah de Cohen o una reinterpretación instrumental del Over The Rainbow de Judy Garland. Al rato, Chubby decide dar un descanso a la Strato. Abandona su taburete, se sienta en una segunda batería que hay en el escenario (supongo que de los teloneros, aunque quizás era parte del equipo del americano), y se enzarza en un brutal duelo con el bataca oficial. Y se revela que Popa, además de un virtuoso de la guitarra, también lo es de las baquetas.

Tras casi diez minutos de gloria aporreando timbales y platos, el bluesman vuelve a la guitarra para seguir deleitando al personal. Las canciones se suceden, el tiempo vuela, y caen los últimos temas y la última versión de la noche, la irresistible Hideaway de Freddie King. En total, una hora y media orgásmica… y con un pequeño coitus interruptus.  Tras despedirse del respetable y abandonar el escenario, todos esperábamos unos bises para redondear el concierto. Pero mover 200 kilos no debe ser tarea fácil, y la noche anterior el americano había tocado en alguna ciudad de Alemania, así que había sido una larga jornada para Popa. O sea, que no volvió, y todos nos quedamos con ganas de más. Se le perdona, ya que la velada había sido fantástica, y sin duda será  para mí uno de los conciertos del año.

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