Canciones de amor a quemarropa
Durante un parón en su gira
internacional, un cantante de rock
de éxito vuelve a pasar unos días en su lugar de origen, una pequeña
población del estado de Wisconsin. Con este sencillo planteamiento
se inicia Canciones de amor a quemarropa, y de hecho nos
encontramos con una novela sencilla, cotidiana, sin grandes
conflictos ni dramas. La verdad, por el título esperaba que la
música tendría más peso en el argumento.
Pero no: si el autor hubiera elegido un reputado pintor o un escritor
famoso como protagonista, el resultado hubiera sido más o menos el
mismo. Hay alguna referencia a Bob Dylan o a Neil Young, pero muy de
soslayo, y la vida que interesa del cantante es la alejada de los
escenarios, la que vive cuando es una persona “normal”.
Aun así, la historia está bastante
bien, es una interesante reflexión sobre el hogar y la amistad. Aunque la gran baza del novelista es su capacidad para evocar los
encantos de la América rural: los pueblos donde todo el mundo se
conoce, los bares desvencijados con una jukebox donde pinchar
American Pie, los campos de trigo extendiéndose por las
llanuras, los silos de grano recortando el horizonte, las puestas de
sol que duelen a los ojos... En eso, Nickolas Butler se descubre
como un maestro: tanto que te hace rememorar y añorar esos lugares
aunque, como es mi caso, nunca hayas estado allí.
Recomendable.