Con las botas puestas
Nunca me ha gustado la música de Lluís Llach, siempre la he considerado un muermo (de hecho, él mismo la calificaba de un poco somnífera), aunque reconozco que no me he parado a escuchar las letras.
Tampoco soy de los que le ensalzan y babean por su decisión de retirarse, como está haciendo mucha gente (ya sabéis, éste es el país del gregarismo, y sustituid país por Cataluña o España, lo que más os guste, porqué la frase funciona igual). Pienso que cada uno es libre de hacer lo que quiera, retirarse en un momento álgido o seguir hasta que el cuerpo aguante, ya que nadie nos pone una pistola en la sien para que compremos los discos o vayamos a los conciertos de los dinosaurios de la música.
Pero considero digna de alabanza la actitud de Llach en su último concierto. En lugar de dedicarse a la autocomplacencia, disparó sobre los políticos que tan mal están llevando este país (ya sabéis, sustituid otra vez), pese a encontrarse en las primeras filas la plana mayor de gobierno y oposición (o precisamente por eso).
Así, Lluís criticó a la "derecha neofascista" (todos sabemos de quienes habla) y a "la izquierda decimonónica española" en la cual se habían puesto tantas esperanzas (ídem). También habló de la "obsesión anticatalanista" de ciertos políticos españoles o del bochornoso espectáculo que dieron los gobernantes catalanes con la negociación del nuevo Estatut de Catalunya.
En definitiva, los que esperaban encontrarse a un Llach inofensivo en su último concierto, quedaron sorprendidos (grata o desgraciadamente, según) de que el cantaautor decidiera guerrear hasta el final y morir con las botas puestas.