Galileo Galilei (Madrid), 25 de febrero de 2012. Después de más
de una década sin visitar la capital del Estado, hace unas semanas nos
invitaron a pasar un fin de semana cerca de Madrid, y decidimos que ese
sábado haríamos un poco de turismo por la ciudad. Pensé que, para
aprovechar al máximo, sería una buena idea ir a un concierto, y me
dispuse a repasar las webs oficiales de artistas que me apetecía
ver y que era poco probable que vinieran por mis tierras. Empecé por
Luis Ramiro, del que hablé no hace mucho en este post, y... ¡bingo a la primera! Casualidades de la vida, ese día tocaba en la Sala Galileo Galilei. Así que, raudo y veloz, pagué con
tarjeta las entradas, y ya teníamos plan para la noche.
Llegamos a los aledaños de la sala media hora antes del inicio, y
descubrimos una larga cola que sube por Galileo y tuerce por Cea
Bermúdez. ¿Tocará Bisbal en algún teatro cercano? Pues no, la cola es
para Luis Ramiro, lo cual me sorprende, ya que sospecho que debe actuar a
menudo en su ciudad natal. Pero, pese a ello, llenazo total, lo que me
confirma que en este caso se rompe la regla y Luis es profeta en su
tierra. La cosa promete.
Me llamas a las seis de la mañana / me juras que no estás borracha. El concierto empieza con
Diecisiete, lo que hace vaticinar que el repertorio irá por derroteros
rockandrolleros,
en detrimento de la languidez característica de algunos cantautores.
Acierto total, ya que hay que aprovechar a los mercenarios que le
acompañan (guitarra, bajo y batería) y el buen rollo que genera tocar
en casa y con la complicidad de los asistentes. Sigue con
El rey de la pista, y se van sucediendo los cortes más animados de sus tres álbumes: caen
Tonterías,
Jorge I,
Relocos y recuerdos,
Dices...
La banda, correcta, aunque a veces un poco verde (no queda demasiado
bien que el bajo tenga que ir avisando al batería cuando vienen los
cambios de ritmo). Pero el respetable no viene a escuchar a los músicos, sino a Luis Ramiro,
que se nos mete en el bolsillo con su ironía, su lado canalla y su
cercanía. Interpreta unos cuantos temas solo (
Pandora,
Humano...) y regresa la banda para atacar las canciones estrella:
Per-fec-ta,
El reloj,
Mañana nos casamos en Las Vegas,
Un amor sin estrenar...
Y entre canción y canción, Luis bromea con los incondicionales, sortea
piruletas, recibe un condón de regalo (en su envoltorio, por suerte), se
interesa por una chica a la que acaban de dejar... Compadreo y
complicidad hasta el último momento, dos horas y diez minutos de un
concierto per-fec-to, que termina con
El tío vivo y los más lanzados subidos al escenario.
Luis Ramiro tiene el talento y el
savoir-faire suficientes para merecer tocar en grandes estadios. Pero la crisis, la Industria, el
mainstream o
vete tú a saber qué hacen que tenga que tocar en salas como Galileo y
podamos disfrutar de la proximidad en sus actuaciones. Para él quizás
sea una putada, pero para nosotros es toda una suerte.