domingo, 28 de mayo de 2023

El Sobrino del Diablo en el Stone

Stone (Tarragona), 27 de mayo de 2023. De tanto en tanto el Sobrino se deja caer por el Stone, y como desde antes de la pandemia que no le veía en directo, y el de Horta es una apuesta segura, allí que arrastré a unos amigos ayer, para disfrutar de su espectáculo, mitad música mitad monólogo. En esta ocasión sólo nos congregamos allí una quincena de asistentes, pero eso no enfrió a Juan Gómez, que hizo uso y gala de sus mejores bazas: el humor y desparpajo habituales, la participación del público en prácticamente todas las canciones, sus letras inteligentes, las referencias y homenajes a temas y artistas clásicos del rock'n'roll... y una sorpresa: la participación de El Cantante del Greco, un chaval de Reus que, dobro en ristre y bottleneck en dedo, se marcó junto al Sobrino un pedazo de blues y un tema propio, Nacional 340. Habrá que estar atentos a este chico y su banda, porque su técnica, feeling y estilo prometen.


Así que risas, compadreo y buena música, y una noche más para el recuerdo en el Stone.
 

 

lunes, 1 de mayo de 2023

Capturas pasajeras (9)

 Vamos con una nueva entrega de Capturas pasajeras, esta vez con una selección de carteles curiosos encontrados por aquí, allá y acullá.

Propriedad privada. Alquézar (Huesca), agosto de 2020.

Compórtense. Tarragona, noviembre de 2021.

Atención. Boscos de Tarragona (Tarragona), diciembre de 2021.

Yaki Chan. Palas de Rei (Lugo), julio de 2022

Avisados estáis. Leh (Ladakh, India), agosto de 2022.

¡Como se come! Vilanova i la Geltrú (Barcelona), septiembre de 2022

No sea animal. Tarragona, diciembre de 2022

Pues entonces... La Pobla de Segur (Lleida), mayo de 2023

 


martes, 11 de abril de 2023

Big Mama en Studio 23

 

 
Studio 23 (Tarragona), sábado, 1 de abril de 2023. Llevo un año escuchando casi en bucle a Montse Pratdesaba, aka Big Mama, sobre todo sus primeros discos, en los que la acompañaba el armonicista Víctor Uris. Mis pinitos con la armónica me han hecho redescubrir bien entrado el siglo XXI a este dúo de blues que vi algunas veces en directo a principios de los 90, ya que los fraseos de Uris me parecen geniales, y he tomado algunos de ellos como inspiración para mis noveles improvisaciones.

Tras meses consultando el facebook de Big Mama para ver si se dejaba caer por mi ciudad, un viernes descubrí que al día siguiente ofrecía un concierto en acústico en el taller de artistas Studio 23 de la parte alta tarraconense. Así que allí nos plantamos el sábado, sin invitación, entrada ni reserva (una vez allí descubrí que se requería haber reservado con anterioridad, ya que el aforo era reducido: solo 28 personas). Pero muy amablemente los organizadores del evento se apiadaron de mi alma (de blues) y nos dejaron entrar.

Allí tuve ocasión de charlar un rato con Big Mama, profesarle mi admiración, contarle mi devoción por sus álbumes con Uris, e incluso hacernos una foto juntos. Y por supuesto, de disfrutar de la hora y media de concierto que nos regaló, donde intercaló temas propios (todos en inglés) con versiones de grandes del género como Dinah Washington, Ruth Brown, Ray Charles y hasta un par de Keb' Mo'. Por desgracia (para mí, claro), no cayó ninguno de los temas de sus primeros trabajos, pero es que 35 años de carrera dan para un extenso repertorio. Pese a ello, una gran velada a cargo de esta gran artistaza, y con ganas de que vuelva ya por aquí.
 

jueves, 23 de marzo de 2023

El Niño de Elche en la Sala Zero

  Sala Zero (Tarragona), sábado, 18 de marzo de 2023. Llegué al concierto tal como me habían aconsejado los amigos que me habían animado a ir: virgen. Nunca había oído canción alguna de El Niño de Elche, ni escuché nada antes de asistir al evento. Me habían dicho que era una propuesta muy vanguardista, que mezclaba flamenco con sonidos de lo más variopintos (como por ejemplo, rebuznos de burro), y que los puristas del género renegaban de él, lo que le había hecho autoetiquetarse como "ex-cantaor". Así que llegué al evento con mucha curiosidad, aunque también con el comprensible recelo.


Lo primero que me sorprendió fue lo llenísima que estaba la Sala Zero, que si no colgó el cartel de entradas agotadas, poco le faltó. Lo segundo, que encontré ahí a varios amigos y conocidos que nunca había visto (ni había esperado ver) en concierto alguno. Y lo tercero, claro, la estética del Niño: traje blanco, una de las mangas desgarradas y por la que asomaba parte de la hombrera, sin camisa, y los pies descalzos.

Saludaron el Niño y los dos músicos que le acompañan, y ahí empezaron mis problemas para disfrutar del bolo: los tres se sentaron en las sillas de madera que había en el escenario, con lo que entre las cabezas de la gente lo único que alcanzaba a ver era la frente del cantaor y la calva de uno de los guitarristas. Será que me he malacostumbrado a conciertos en los que somos dos docenas de personas y puedes ponerte en primera fila, pero conectar con la música sin ver al cantante cantar ni a los músicos tocar, me cuesta.

Pero lo peor fue lo otro: la alergia primaveral, que ya hacía días que me rondaba, se presentó en todo su esplendor en pleno espectáculo. Los ojos y la garganta me picaban, la nariz moqueaba, y varios ataques me obligaron a refugiarme en el baño para dar rienda suelta a mis estornudos. Así que apenas pude gozar de esos pedazos de guitarristas y de la voz del ilicitano. Su música no me pareció tan arriesgada como había imaginado, aunque sí se apartaba de los cánones del flamenco más tradicional. Pero me gustaba, y me está gustando ahora que está sonando en mi Spotify su último disco. Una lástima que las adversidades no me permitieron disfrutarla como seguramente merece. A ver si a la próxima.
 
 


martes, 28 de febrero de 2023

Poison Boys en el Mojo Club

 

Mojo Club (Tarragona), jueves, 16 de febrero de 2023. El punk-rock no es mi estilo favorito, y raramente lo escucho en casa, pero sí lo disfruto en directo. Así que cuando vi que un grupo de Chicago llamado Poison Boys, con clara estética  "ramonera", tocaban en el Mojo Club, decidí dejarme caer por ahí, arrastrando conmigo a David, que sí es más punk-lover que yo. Tampoco el rockabilly es un género que me vuelva loco, y lo pasé teta en el concierto de MFC Chicken hace tres meses en la misma sala, así que esperaba repetir experiencia.

Lamentablemente, no fue así. Los Poison Boys hicieron su show, fieles a su estilo y a sus influencias. Pero se les vio con prisas y no demasiado motivados: Empezaron pronto. Pusieron sus poses y sus caras de chicos malos. Dispararon sus canciones cortas y directas, sin duda contundentes, aunque a mi parecer muy parecidas entre sí. Dijeron 4 palabras en todo el bolo. Terminaron a la hora justa de empezar, versionando un tema de los Ramones cuyo nombre no recuerdo. Y dejaron al respetable bastante indiferente (no hubo bises, tampoco nadie los pidió).

Pero el gran problema del evento fue el volumen insoportablemente atronador al que tocaron. ¿De verdad hacía falta reventar los tímpanos de los asistentes para convencerlos de lo duros y punkis que eran? Como bien apuntó Tano, sabes que te estás haciendo mayor cuando el volumen del concierto te parece demasiado alto. Quizás ahí está el meollo de la cuestión, que ya no tenemos 15 años para alucinar porque los altavoces escupen decibelios que hacen temblar el local. Pero en realidad los chicos venenosos se estaban haciendo un flaco favor a ellos mismos ya que, además obligar al público a soportar el estruendo, eclipsaron riffs y solos (sobre todo del guitarrista) que, a juzgar por el movimiento de los dedos, hubieran sonado de lujo si la maraña sónica no se los hubiera zampado.

Pese a todo, el ambiente, la compañía, las cervezas y las conversaciones post-concierto fueron fantásticas, como siempre en el Mojo. Y como yo digo siempre, es mejor una mala noche de rock'n'roll que una buena noche viendo Sálvame Deluxe (o lo que demonios echen por la tele un jueves por la noche).