lunes, 27 de mayo de 2019

Getz/Gilberto

En mi periplo por Brasil en 2006 descubrí varios artistas, algunos de los cuales sigo escuchando (soy un enamorado de María Rita, por ejemplo), y otros que ya no. Sin embargo, me topé con el disco que hoy nos ocupa algunos años después, en el fantástico blog Jass It Up, Boys! de Olvido, inspiradora de este nuestro blog y por tanto en cierto modo culpable de que hoy esté escribiendo estas líneas aquí. Curiosamente, pese a que cuando estuve en Brasil no lo conocía, es este Getz/Gilberto (1964) el álbum que más me recuerda a mis semanas en el país latinoamericano. Es escuchar cualquiera de sus temas y teletransportarme al instante a Jericoacoara, el pueblecito costero entre Fortaleza y Sao Luís donde pasé los últimos días del viaje.

La cadencia del jazz y la bossa nova, el rumor de las percusiones que suenan a oleaje, la brisa cálida del saxo de Stan Getz, la melancolía en las voces de João Gilberto y su mujer Astrud... Todo me devuelve a las calles de arena de Jeri, a los paseos por la playa, a los atardeceres en la Duna do Pôr do Sol, a la hamaca que colgaba del porche de la pousada Tropical Brazil, al sabor agridulce de haber vivido una aventura increíble pero ser consciente que quedaban pocos días para abandonar uno de los países más cautivadores que he visitado.

¿Se pueden recomendar solo 2 o 3 canciones de este disco? Difícil. Todo él, con su media hora escasa de duración, es perfecto, una unidad de la que cuesta elegir un corte en particular, y mucho más descartar alguno. Personalmente, yo me quedo con la mítica The Girl of Ipanema y la entrañable Doralice, los dos temas que abren esta joya. Pero vamos, que lo ideal es tumbarte en una hamaca un atardecer de verano, servirte una caipirinha, cerrar los ojos, escucharlo enterito y, hayas estado en Brasil o no, dejar que la saudade te invada.

martes, 21 de mayo de 2019

The Brew por cuarta vez

Sala Zero (Tarragona), viernes, 17 de mayo de 2019. Con ésta ya son cuatro las veces que he visto a The Brew en directo, y eso que me cuesta horrores escuchar de cabo a rabo cualquiera de sus discos en estudio. Pero en directo son intensos, arrolladores, espectaculares, y su rock correoso conecta a las mil maravillas con un público siempre entregado y con ganas de escuchar música de aires setenteros a todo trapo. 
 
El pasado viernes volvieron a congregar una buena legión de seguidores en la Sala Zero y a arrojar la descarga guitarrera de su repertorio, en la que incluyeron algunos temas de su último trabajo, Art of Persuasion (2018). Eso sí, esas canciones fueron de las pocas novedades en el espectáculo, ya que los británicos siguen tirando de los recursos habituales para amenizar la velada: el guitarrista tocando con arco de violín, con la guitarra en la espalda, el batería haciendo el solo con las manos desnudas... De hecho, hasta repitieron la versión que ya interpretaron en su última visita a Tarragona: Break on thru de The Doors, esta vez empalmada con Baby Please Don't Go, original de Muddy Waters pero tocada como lo hacían los Them de Van Morrison.

Pero qué mas da: los presentes no buscábamos originalidad ni inventos raros, sino pasar un buen rato disfrutando de una buena dosis de rock'n'roll. Eso sí, aunque el concierto duró casi dos horas, hubo una ausencia imperdonable, y es que no sonó Every Gig Has a Neighbour, para mí la mejor canción de la banda.

La próxima vez que se dejen caer por Tarragona, tendré que volver a verlos, a ver si la tocan.

martes, 14 de mayo de 2019

La encrucijada del diablo


Netflix estrenó hace unos días La encrucijada del diablo (2019), un documental sobre el mítico guitarrista de blues Robert Johnson. La película no es demasiado seria, ya que se empeña en hacernos creer en (o al menos, en sembrar dudas sobre) la leyenda de que Johnson vendió su alma al diablo a cambio de convertirse en un virtuoso de la guitarra: una historia inventada por motivos comerciales varias décadas después de la muerte del bluesman, y de hecho usurpada a otro Johnson, Tommy Johnson, que sí afirmaba (en broma, claro) que el diablo había sido quien le había enseñado a tocar.

Así que lo más interesante del pseudodocumental son los testimonios de muchos grandes del género, que hablan sobre la técnica de Robert Johnson, y su importancia en la historia del blues en particular y de la música en general, entre los que se encuentran Keith Richards, Eric Clapton, Taj Mahal, Keb' Mo', Rory Block y Bonnie Raitt.

Pero lo más sorprendente, a la vez que grato, es constatar que la figura de Johnson y su legado siguen vigentes y despertando interés más de 80 años después de su fallecimiento, a la temprana edad de 27 años, y con sólo 29 canciones en su discografía. Aunque vaya canciones, claro: ni más ni menos que la semilla de todo el blues posterior y, por supuesto, del rock.





jueves, 2 de mayo de 2019

Koko-Jean & The Tonics en la Sala Zero

Sala Zero (Tarragona), viernes, 26 de abril de 2019. No sé cómo les estará yendo a The Excitements sin la que fue su cantante durante 3 discos y un buen puñado de años de carrera juntos, pero lo que es un hecho es que el nuevo proyecto de la chica en cuestión es una bomba: menudo conciertazo se pegaron Koko-Jean & The Tonics (pilláis el juego de palabras del nombre del grupo, ¿verdad?) el pasado viernes en la Sala Zero, dentro del festival TGN Soul City. 

Gran parte del mérito, claro, lo tiene la banda: solo tres músicos tres (guitarra, batería y órgano), pero simple y llanamente excepcionales (a mí, el batería me dejó literalmente noqueado). Pero es cuando sale Koko-Jean cuando el escenario arde y el público enloquece. ¿Cómo puede caber tamaña fuerza, actitud y vozarrón en un cuerpo tan pequeño? La cantante nacida en Mozambique es un torbellino irresistible, hipnótico, y con unas aptitudes vocales que la convierten en digna heredera de las grandes damas del soul. Desconozco si el repertorio eran temas propios, de los Excitements, o versiones, ya que no conocía ninguno de ellos. Pero daba igual: la calidad de las canciones y la energía con que eran interpretadas eran tantas que cada minuto del espectáculo era una gozada para los oídos. Así que, una noche para el recuerdo la que nos regalaron Koko y sus chicos, y ya sabéis, si un día recalan cerca de vuestra ciudad, no lo dudéis ni un instante y haceos con una entrada, porqué el show vale muchísimo la pena.

Normalmente acompaño las crónicas con una foto cutre echada con mi móvil low-cost, pero hoy tengo la suerte de contar con la obra y gracia del fotógrafo Carles Llop Vallespi, que me ha permitido acompañar este post con su arte. Gràcies, Carles!