Lo que 2016 se llevó
Otra muerte sonada este 2016 ha sido la de George Michael, curiosamente el Día de Navidad, dándole un nuevo y macabro significado al título de uno de sus hits: Last Christmas.
Nunca fui un gran seguidor de Jorge Miguel, pero reconozco que le tenía
cierta simpatía. En primer lugar, por el escándalo que hubo en 1998
cuando fue arrestado por tener relaciones sexuales con un tío en un
lavabo público: me pareció anacrónico, algo más propio de la época victoriana en que vivió
Oscar Wilde que de los últimos coletazos del Siglo XX. En segundo lugar,
porque pienso que era un artista que , tras el exitazo de su primer
disco en solitario (Faith, 1987), podía haberse instalado en el lado fácil (y rentable) de la música,y dedicarse a facturar pop para
adolescentes como han hecho muchos de sus compañeros de profesión. Y
sin embargo, optó por discos más arriesgados y personales, como el Listen without Prejudices (1990) que siguió al Faith, y que no vendió ni de lejos lo que su predecesor.
Y
por último, y aquí es donde quería llegar, porque Georgios Kyriacos
Panayiotou, que ese era su verdadero nombre, dejó en su haber una de las
grandes canciones de los 80. Un tema incluido en el mentado Faith, una canción que es puro jazz,
una balada que he escuchado decenas de veces, y que todavía hoy me
parece soberbia. Hacía meses que la quería colgar y no encontraba
excusa. Desgraciadamente, me la ha tenido que proporcionar la muerte de
su autor, a la temprana edad de 53 años. Descanse en paz.
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