sábado, 1 de mayo de 2010

Sobre Una vieja canción


Mis últimos cuatro posts han sido las cuatro partes en las que he dividido Una vieja canción, un cuento que escribí en 2005. Ese año visité Camboya, y quedé impresionado por su terrible Historia reciente. Ya conocía algo de la masacre que cometieron Pol Pot y sus jemeres rojos entre los años 1975 y 1979, cuando murieron más de dos millones de personas en una matanza atroz (no se le puede llamar genocidio, ya que el móvil de los asesinatos no era xenófobo ni racial, simplemente ideológico). Pero visitar lugares como los campos de exterminio o la prisión de Tuol Sleng me conmocionó profundamente, y las visitas guiadas y las exposiciones en los recintos daban una idea cruelmente real del pasado de Camboya.

Precisamente en la prisión de Tuol Sleng proyectaban un documental en la que una mujer -niña cuando sucedieron los hechos-, relataba la triste historia de su familia. Una vieja canción es la interpretación de esa historia real. Al escribirla intenté ajustarme lo más posible al relato de la mujer, aunque las malas pasadas de la memoria seguro que me hicieron olvidar algunos elementos, y añadir otros que quizás había obtenido de alguna fotografía o guía de viajes. Lo que si recuerdo perfectamente era el motivo por el cual se llevaron y ejecutaron a su hermana adolescente: por tararear una canción infantil, más o menos popular durante el régimen anterior a la llegada al poder del ejército jemer.

Considero importantísimo para un país preservar su memoria histórica. No tanto para vengarse de los perpetradores como para no relegar al olvido a las víctimas de la sinrazón, y sobre todo para evitar que hechos tan lamentables se vuelvan a repetir. En estos tiempos aciagos para España, en que en un grupo falangista pretende inhabilitar y condenar a un juez (y lo que es peor, puede conseguirlo) por querer devolver a sus familias a los asesinados anónimos durante la dictadura, me ha parecido oportuno publicar aquí este relato. El fascismo sigue vivo, sea en Camboya, en Alemania o en España, y la única manera de advertir a las nuevas generaciones de sus intenciones y sus métodos es recordando lo que hicieron.

Nota: Las fotos de este y los otros cuatro posts las tomé durante el mencionado viaje a Camboya.

2 comentarios:

Dafne dijo...

Quanta raó tens, Rafa. Però vivim en una societat sotmesa a un esclavatge,plena de temors, i que impedeix alliberar-se de les lacres del passat.
M'ha commogut el relat de la nena, ara ja dona, i la raó per la qual varen matar la seva germana. Aquí també tenim molts morts que clamen ser reconeguts i no deixar-los en l'anonimat, i aquells que senten les seves veus se´ls criminalitza.
Quina merda tot plegat!!!!

burdon dijo...

Vaya, una historia escalofriante, y seguramente será una más de tantas otras. Seguro que ese viaje a Camboya te cambió de alguna manera. En los viajes te encuentras precisamente eso, lo bueno y lo malo de cada sitio. Lo bueno es que sirve para tomar conciencia de algunas cosas, y de recordarlas como has hecho por aquí.

Un saludo Rafa.