domingo, 13 de diciembre de 2009

El sonido del silencio

Ayer volví de mi escapadita otoñal que, como la primaveral, fue otra vez a tierras marroquíes. Esta vez, pero, en lugar de quedarnos en Marrakech, alquilamos un coche y nos dimos un garbeo por el sur del país, hasta llegar a esa "sucursal" del Sáhara que es Erg Chebbi, a orillas del pueblo de Merzouga.

Me fascinan los desiertos: su color entre dorado y rojizo, la finura de la arena, la voluptuosidad de las dunas, la vegetación donde no se ve una gota de agua, las huellas de animales dibujando caminos donde la vida parece imposible, el calor ondulando el horizonte, el azul del cielo durante el día, la miríada de estrellas durante la noche...

Pero, como siempre, lo que más me ha asombrado es el silencio del desierto al caer el sol, imposible de percibir en la ciudad e incluso en el campo: sin el rumor de los coches en las carreteras, sin los televisores del vecindario, sin el aleteo de un insecto, sin el murmullo de la nevera, sin el crepitar de la electricidad surcando las paredes... Nada. Absolutamente nada. Sólo una extraña sensación de vacío en tus oídos, de ausencia infinita. Como si el mundo se hubiera parado.

El sonido del silencio.



1 comentario:

Jo mateixa dijo...

Vull trencar aquest silenci (amb el teu permís) per desitjar-te moooolt bon Nadal i que el 2010 ens porti moltes coses bones i molta il.lusió per seguir.