Just One Night
Passito era un pub del centro de
Tarragona, a 50 metros de la Rambla Nova. Un local estrecho y alargado donde no
cabían más de 40 personas, y donde yo trabajaba de barman los fines de semana,
hace algo más de un cuarto de siglo. Estaba frecuentado sobre todo por grupos
de habituales que se dejaban caer por ahí cada noche de viernes y sábado, y que
acostumbraban a irse cuando la persiana ya estaba medio bajada. Entre los parroquianos
había un tal Manolo, un tío bajito y simpático que siempre tomaba lo que él
llamaba un “blues”, que no era más que un Jim Beam con Coca-Cola (nunca he
conocido a nadie más que nombrara así a este combinado, así que sospecho que fue
él quien lo bautizó así). Y acto seguido, cuando ya tenía el vaso largo en la
mano, inevitablemente pedía algún tema de Eric Clapton.
La colección de vinilos
del Passito no era excesivamente lucida, y que yo recuerde sólo había un disco
del músico británico: el Just One Night (1980), así que
pinchábamos Cocaine o After Midnight mientras Manolo saboreaba
su “blues”.
Me encantaban ambos
temas, así que una noche de viernes me llevé el mentado disco a casa, a la
mañana siguiente me lo grabé en una cinta, y al entrar a trabajar el sábado lo
devolví a su sitio tras los tocadiscos. Desde entonces, ese directo, que he
escuchado infinidad de veces y que siempre me ha fascinado, es mi álbum preferido de Clapton.
Mis temas favoritos… ¡Difícil
elección! Me encanta cómo abre, muy al estilo Bob Seger, con el rocanrolero Tulsa
Time. En seguida se adentra en los terrenos del blues con el clásico Early In
The Morning, aunque la joya de este género en el disco es Worried
Life Blues, tan usual en su discografía y que aquí dura 8 minutos y
medio. También me gustan mucho el piano de If I Don’t Be There by Morning y el
sabor 100% sureño de Setting Me Up, original de Dire
Straits que aquí parece interpretado por Lynyrd Skynyrd. Y cómo no, la versión más
frenética que he oído del After Midnight de J.J. Cale.
Y ahora, la inevitable diatriba de abuelo Cebolleta. Passito no era el bar más rockero de la ciudad a principios de los 90, ni el
más auténtico, y de hecho, había varios del estilo por el centro, en lo que a
música se refiere. Lugares donde igual sonaba
una de El Último de la Fila o de Seguridad Social, que era los números uno por
aquel entonces, como una de los Kinks o de los Dobbie Brothers. O sea, que ponías
una canción de los 70 y no desentonaba: la gente la disfrutaba, e incluso la
bailaba, y todos tan contentos.
En el 95% de los pubs de la Tarragona de hoy, al DJ se le ocurre
pinchar Cocaine entre la nueva de
Shakira y el Despasito de turno, y le
queman la cabina con él dentro.
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