domingo, 18 de septiembre de 2016

El verano sin música

Últimos coletazos del verano 2016, un verano que prometía y que, al final, ha resultado bastante funesto. Me explico: a mediados de julio, una irritación de garganta aparentemente inocente se transformó en una infección. La infección se complicó, derivó en una inflamación del oído interno y, tras quizás la peor noche de mi vida, provocó una perforación del tímpano. Así que han sido dos meses de visitas al otorrino, molestias, dolores, secreciones por la oreja, ingesta de antiinflamatorios, antibióticos y otras delicatessen, y aspiraciones de cortisona. Además de obligarme a cancelar un viaje que me hacía especial ilusión, lo cual ha sido de las cosas que más me ha fastidiado.

Otro de los daños colaterales ha sido el no escuchar música durante semanas. Ha sido una sensación extraña el no tener ganas de oir ningún tipo de música, el viajar en coche con el radiocassette (¿todavía se llama así?) apagado, el tener el iPod con varias novedades discográficas y ni siquiera atreverme a ponerme un auricular en la oreja sana. La hinchazón y el embotamiento han sido tales que he rehuido cualquier sonido innecesario, y he cambiado de bar o plaza cuando detectaba que algún músico se disponía a tocar. Lo único bueno del asunto es que he tenido algo más de tiempo para leer, y lo he pasado en grande con Pureza (2016), la última novela de Jonathan Franzen.

Por suerte, la inflamación y la infección han remitido, y ya vuelvo a atreverme a escuchar algo de música, aunque he empezado con cosas suaves (menos mal que no soy muy de nu-metal). El tímpano sigue perforado, y ahora toca esperar que cicatrice solo o, en última instancia, pasar por quirófano para reconstruirlo.

En definitiva, parafrasenado a Groucho Marx, "he pasado un verano maravilloso. Pero no ha sido éste."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya fastidio Rafa. Espero que acabes de sanar pronto y que vuelvas a estar a tope!
Chema