lunes, 11 de mayo de 2009

Bajarse al moro

Llegó mayo, y con él la habitual escapadita primaveral (¡bien!): de aquí unas horas cojo un avión que me llevará a Marrakech. Poco más de una hora de viaje, pero todo un mundo de choque cultural. 


La verdad es que me muero de ganas. Estuve en Marruecos hace 9 años, y desde entonces siempre he dicho que es el país más surrealista que he visitado. Eso sí, he de reconocer que no me acuerdo mucho de Marrakech. Aquella vez llegué a la ciudad con dos amiguetes, los tres con veintipico añitos, tras cientos de accidentados kilómetros desde Tarragona en un 4x4 tronado, y con un pedrusco del tamaño del Peñón de Gibraltar en la guantera. Así que el cansancio y el fumeteo eran tales, que guardo pocos recuerdos de la antigua capital imperial, y ardo en deseos de (re)descubrirla. Por cierto: a diferencia de aquella vez (que dormimos en la terraza del Hotel Alí, a escasos metros del bullicio y las columnas de humo aceitoso de la plaza Djeema el Fna), esta vez pernoctaremos, por expresa recomendación de una amiga, en una pasada de riad que, me temo, me hará sentir como un califa. ¡Por Alá, me estoy aburguesando!

Bueno, de aquí unos días, crónica... Mientras, aprovecho para colgar un desternillante pedacito de Bajarse al moro, con los Pata Negra dando la nota. ¡Hasta la vuelta!



1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace mucho que la ví, pero lo que más recuerdo es a Aitana como su madre la trajo al mundo.
A ver si le echo un vistazo de nuevo (a la peli, no solo a Aitana)
:-)