domingo, 28 de noviembre de 2021

Miguel Ríos en la TAP

 

Tarraco Arena Plaça (Tarragona), 27 de noviembre de 2021. Ya he contado varias veces en este blog que mi primer concierto fue en 1983, cuando fui a ver a Miguel Ríos en su gira El Rock de una Noche de Verano, que contaba con Leño como teloneros, y con el debut en los escenarios de una joven promesa: Luz Casal. Todo eso fue en la Plaza de Toros de Tarragona, un lugar enorme a los ojos de un niño de 11 años, y el show era para la época un despliegue espectacular de sonido y luz, incluyendo unos escasos segundos de "rayos láser", tal como anunciaba el cartel promocional. Así que no es difícil adivinar la impresión que me causó el evento.

Desde entonces no había vuelto a ver al granadino en directo, pese a que había recalado alguna vez más en mi ciudad. Pero, desoyendo a Sabina, que canta aquello de "al lugar donde has sido feliz / no debieras tratar de volver",  cuando me enteré que actuaría en Tarragona, y en la misma plaza (ahora rebautizada como Tarraco Arena Plaza), decidí que volvería a verlo, casi 39 años después.

Además, estos últimos meses he estado escuchando bastante su último trabajo, Un largo tiempo (2021), y la verdad es que está muy bien: un disco que bebe mucho del blues, del southern, y de lo que ahora llaman americana, con una producción bastante espartana, y alejada de la fanfarria que caracterizaba algunos de sus últimos álbumes, como el que se suponía que tenía que ser su disco de despedida, Bye Bye Ríos (2010).

En lugar de ser un concierto de rock al uso, los Black Betty Trio (que en realidad son cuatro) y Miguel ofrecieron un bolo que recordó a los unplugged de los 90, sin batería ni bajo, con mucha cuerda (guitarras acústicas, mandolina, banjo, violín, steel guitar...) y el piano encargándose de la mayor parte de la sección rítmica. Ríos, pese a sus 77 años, se mantiene en forma (no diré "en plena forma" porque se pasa casi todo el tiempo medio sentado en un taburete), y conserva la voz tan potente como antaño. Y el repertorio y la producción, muy fieles al espíritu de este Un largo tiempo, del que sonaron casi todos sus temas, más los clásicos imprescindibles en el repertorio del cantante, arreglados en formato acústico: Bienvenidos, Rock'n'roll Boomerang, Año 2000, No estás sola, El blues del autobús, Santa Lucía, y por supuesto, el Himno a la Alegría, que interpretó alternando castellano, catalán e inglés. 
 
 
Además, seis décadas en la carretera  le dan la experiencia para meterse al respetable en el bolsillo desde el minuto uno, aunque la honestidad de la que siempre hace gala también ayuda mucho. Hubieron proclamas en contra de la violencia machista, la prostitución, la ultraderecha, las fronteras donde se trata a los inmigrantes como animales... y también momentos emotivos: hacía unos horas había fallecido Almudena Grandes, y Miguel, gran amigo de la escritora, quiso dedicarle el concierto.

Así que dos horas de buena música con sus toques de nostalgia, pero sin convertirse única y exclusivamente en un ñoño ejercicio de revival. Miguel Ríos ha sabido reinventarse y rodearse de buenos músicos y compositores para ofrecer un disco y un espectáculo más que dignos, y algo hace presagiar que no será lo último que oiremos de él. ¿Será verdad aquello de que "los viejos rockeros nunca mueren"?

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