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La pasmosa facilidad con la que en estos tiempos de
Internet es posible bajarse cualquier discografía hace difícil de
creer lo complicado que era, hace 25 años, escuchar ciertos discos. La
paga de un adolescente (al menos del que suscribe) no era para echar
cohetes, así que sólo comprabas lo que estabas muy seguro que te iba a
gustar. Luego podías grabarte en cinta lo que tus amigos te pasaban,
pero como ellos también andaban caninos, su discoteca también era
limitada, además de no coincidir siempre con tus querencias. Así que
había LPs que tenían muy buena pinta, pero que al final no había
manera de que llegaran a tus oídos, no digamos ya a la estantería de tu
habitación.
Así que, resuelto a ocuparme de esos asuntos
pendientes, desde hace unos meses intento recordar y hacerme con discos
que me quedé con ganas de escuchar en mis años mozos, y tengo el
iPod a rebosar de viejos clásicos del
rock. Ahí están el primer y homónimo trabajo de
Iron Maiden (1980), el
Saints & Sinners (1982) de
Whitesnake, el
Keeper of the Seven Keys - Part II (1988) de
Helloween e incluso el
Nevermind (1991) de
Nirvana,
el cual nunca llegué a escuchar entero. Y ya puestos, y para completar
el revival, también he incluido algunos de los primeros trabajos de
otras bandas que me enloquecieron en aquella época, y cuyos inicios me
pillaron demasiado joven. Así que por el reproductor también pululan el
Toys in The Attic (1975) de
Aerosmith, el
Taken by Force (1977) de
Scorpions o el
Supertramp (1970) de
Supertramp, una grupo cuya música nunca deja de sorprenderme.
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Huelga
decir que lo estoy pasando como un enano... La sensación de descubrir
discos intemporales, ritmos que marcaron una época, sonidos que crearon
escuela y que todavía hoy son 100% vigentes, no tiene precio. Y sobre
todo, encontrar canciones que, si ahora que ya se ha inventado todo
siguen siendo buenísimas, cómo debían ser entonces, cómo debían
conmocionar a los jovenes de los 70 y 80, qué peso y qué calidad tenían
para convertir a sus autores en leyendas.
Sinceramente,
pienso que ahora se está haciendo buena música, en muchos casos a cargo
de bandas que han mamado aquellos discos. Pero, y aunque suene a
retrogrado, dudo mucho que los álbumes que hoy se publican, y que ahora
disfrutamos, sigan teniendo de aquí 30 años la vigencia que tiene hoy el
Back in Black (1980) de
AC/DC, por poner un ejemplo. Y si no, al tiempo...
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