Estampas venecianas
En la página 24 de la guía Popout dice que "Venecia no es un buen lugar para oír música de vanguardia. El repertorio está dominado por obras barrocas del siglo XVIII, de Vivaldi especialmente". Es verdad: en una ciudad dedicada casi íntegramente al turismo, no vi un sólo cartel anunciando un concierto de rock, pop o jazz. Pero la magia de Venecia es precisamente ésa: anclarse a un pasado esplendoroso, y hacer retroceder en el tiempo al visitante, sin cambiar su estética y sus espectáculos, mientras la ciudad se hunde en las aguas.
Las callejuelas y puentes a menudo desembocan en campi o campelli, minúsculas plazoletas donde indefectiblemente se erige una iglesia, encajonada entre casas y canales. Entramos en algunas de ellas y, en dos ocasiones, encontramos músicos ensayando para el concierto de esa tarde. La primera vez fue un pianista que, allegro ma non troppo, repiqueteaba las teclas con un swing anacrónico. La segunda vez, una chica pellizcaba las cuerdas de un arpa con dedos sutiles, chispeando notas entre santos y querubines. Cansados de callejear, nos sentamos a escucharlos, disfrutando de la música y de las impresionantes acústicas eclesiásticas.
También en la Plaza San Marco, las sempiternas orquestas de los cafés tocaban para un público en pie, mientras los camareros esperaban que un incauto turista picara y se sentara en la terraza para cobrarle, dicen, doce euros por un cortado. Sin suerte, pero: sólo de vez en cuando un japonés se aposentaba en una silla, para que su compañero de viaje le hiciera una foto fugaz, y se levantaba al instante cuando el empleado se dirigía hacia él para preguntarle qué deseaba tomar.
Planeamos asistir a un concierto de clásica la última noche, pero agotados por los largos paseos y la lluvia incesante, al final la dedicamos a ir a cenar a una pintoresca trattoria de Castello, y a volver al hotel como únicamente pudimos: con los zapatos en la mano, los pantalones arremangados, y el agua hasta las rodillas, víctimas del acqua alta, que había convertido la Plaza San Marco en la piscina más grande del mundo.
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