El legado de la Cenicienta
De vez en cuando me gusta desempolvar mis viejos CDs para darles una escuchas, lustros después de haberlos comprado. Últimamente le ha tocado a la cenicienta del rock: Cinderella.
Cinderella nació a mediados de los 80, cuando estaba de moda lo que algunos llamaron hair rock (chupas con flecos, mallas, camisas de fantasía y sobretodo crepados imposibles), abanderado por grupos como Bon Jovi, Europe, Mötley Crüe o Poison. En su primer disco, Night Songs, Cinderella se apuntó al estilo reinante, rock guitarrero y con los mismos temas en las letras que el resto de sus coetáneos (la juerga, el alcohol y el sexo, con títulos que dejaban tan poco a la imaginación como Push, Push o Shake Me).
Pero Cinderella era algo más que una banda de niñatos hablando de chicas y polvos en el asiento de atrás del coche. Y así lo demostraron en sus siguientes trabajos, que bebían del blues (impresionante el tema Long Cold Winter, que daba título a su segundo LP) o del country (el tercero, Heartbreak Station, era un discazo de country-rock con guitarras afiladas y la voz cazallera y a la vez femenina del líder de la banda, Tom Keifer).
Por supuesto, el declive del hair rock y la irrupción del grunge condenaron al grupo, que editó su último disco en estudio en 1994 (Still Climbing, un digno canto de cisne que, por supuesto, no alcanzó ni de lejos las ventas que merecía). Desde entonces, Cinderella continúa tocando en directo, viviendo del fantástico legado que fueron sus discos, y apuntándose a bolos revival por las américas (el año pasado giraron con Poison en un tour llamado 20 Years of Rock). Ojalá vinieran por Europa, para tener la oportunidad de disfrutarlos en vivo. Mientras tanto, lo paso en grande rememorando sus discos, los 16 añitos que tenía cuando los descubrí, y canciones como el Shelter Me, su tema más gospel.
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