Réquiem por un iPod
Cuando en octubre de 2009 mis cuñados me trajeron un iPod Touch 3 de Nueva York, poco imaginé la tralla que le iba a pegar. Sin lugar a dudas, ha sido el gadget que más he usado en mi vida, ya que desde que me despertaba -con su alarma- hasta que me acostaba -usando una app que
lo convertía en linterna para moverme por la habitación a oscuras-, el
cacharrito de marras funcionaba de forma casi ininterrumpida. Lo he
usado para navegar por Internet, para ver pelis y series en los viajes,
como diccionario, para jugar, tomar notas, contestar correos, escuchar podcasts...
Y para oír música, claro, que era su cometido inicial: con auriculares,
conectándolo a la minicadena, al coche e incluso con el altavoz externo
que lleva integrado, el cual ofrece una calidad paupérrima pero que te
puede sacar de un apuro.
En el post donde anuncié la adquisición del iPod un
visitante anónimo comentó: "Vamos, qu tus amigos te klo compraron
pirata. Yo también me lo pillé . Menuda mierda de cacharro. Ya te darás
cuenta
". Desconozco a qué se refería con "comprarlo pirata", ni cuál fue su
amarga experiencia con el reproductor de Apple, pero he de decir que la
mía no ha podido ser mejor, ya que pocos han sido los problemas que me
ha dado, y muchas las satisfacciones.
Lamentablemente,un desafortunado incidente tuvo lugar hace
unos días. Andaba yo con una tos de perro de no te menees, y apliqué el
conocido remedio casero de dormir con un tupper lleno de agua sobre la mesita de noche, para humidificar el ambiente. Así que una mañana, sonó la alarma del iPod, la paré, lo fui a dejar sobre la mesita, y... ¡Chof! ¡Inmersión del reproductor en el tupper! Así, a la brava, sin manguitos ni unas clases de
natación introductorias. Para mi sorpresa, el bicho sobrevivió, aunque con daños
irreversibles: dejaron de funcionar para siempre la antena wi-fi y el altavoz externo, y la duración de la batería se ha reducido considerablemente.
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