500 noches con Sabina
Palau Sant Jordi (Barcelona), 23 de
diciembre de 2014. Pocos artistas nacionales se pueden
vanagloriar de poder llenar el Palau Sant Jordi dos noches
consecutivas. Joaquín Sabina realizó la proeza, y sin despeinarse,
o lo que es lo mismo, sin tener que sacar nuevo disco: la gira 500
noches para una crisis era un ejercicio de revival
cuya excusa era conmemorar el 15 aniversario de la publicación del
19 días y 500 noches
(1999), su mejor trabajo para muchos, entre los que me incluyo.
El ubetense espantó dudas y fantasmas
recientes con un espectáculo intachable, desenfadado y lleno de
sorpresas, capaces de convencer al más escéptico, si alguno había
entre la legión de incondicionales que llenábamos el Palau. Un
concierto de Sabina es de todo menos previsible, y así fue el que se
fraguó la noche del 23 de diciembre, que fue al que yo asistí:
viejas canciones con nuevos arreglos; letras cambiadas o añadidas a
historias conocidas (el tema Pero que hermosas eran, que
relata las vicisitudes del protagonista con sus tres mujeres, se
extendió con versos sobre su cuarta mujer, en la que todos
reconocimos a la actual pareja del autor); canciones interpretadas
por los miembros de la banda, mientras el flaco se tomaba un respiro
(o lo que sea que se toman los artistas por la nariz); una
versión de Bob Dylan... Y como colofón, la aparición en escena de
Joan Manuel Serrat (“antes mi maestro, luego mi primo, ahora mi
hermano”), para interpretar Paraules de amor y terminar el
show con La canción de los buenos borrachos.
En total, dos horas y medias de gloria,
de revisión del mentado 19 días y 500 noches (cayeron 11 de
sus 13 canciones), de clásicos inolvidables, de algún que otro tema
inesperado, de momentos álgidos y de momentos estratosféricos, como
el Princesa coreado por doce mil voces. Una noche que valió
por quinientas. Enorme Sabina.
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