La absolución de Carla
Hay cosas imperdonables. Que Carla Bruni, la bella Carla, modelo
sin parangón, antaño protagonista de húmedas fantasías de adolescentes, y
artífice de esa maravilla que fue Quelqu'un m'a dit (2003), se
casara con Nicolás Sarkozy, aciago presidente de Francia y representante
de la derecha más recalcitrante de su país (si no contamos a los
impresentables del FN, claro) es una de ellas. Que en su último disco, Little French Songs
(2013) dedique una canción al mentado Sarkozy, humanizándolo, y otra
ridiculizando al que le arrebató la presidencia del país, el socialista
François Hollande, también tiene delito. Y que incluya un ejercicio de
pedantería relatando sus experiencias en casa de Keith Richards y su
antigua novia Anita Pallenberg allá por los años 70, ya es el colmo de
los colmos.
Pero claro, uno va oyendo el disco, y va sintiendo como la voz susurrante de Carla le va acariciando la nuca. Con esos aires de chanson, con ese sabor a blues añejo, con esos sonidos robados al jazz, con esa simplicidad que parece tan fácil y es tan y tan difícil... Además, las canciones mencionadas, Mon Raymond, Le Pingouin y Chez Keith et Anita respectivamente, son de lo mejorcito del álbum, verdaderas joyitas donde notas que la exprimera dama se lo está pasando en grande, y transmite esa alegría, ese buen rollito, ese "esto lo hago yo porqué disfruto haciéndolo". Y mira, uno va dejando de lado el rencor, los reproches, el haberse pasado al enemigo, y no puede hacer más que cerrar los ojos y dejarse mecer por la voz ronroneante de Carla la traidora, Carla la pérfida, pero también Carla la sensual y magnética que nos estremeció hace 10 años con su álbum de debut, y que vuelve a hacerlo con este Little French Songs. Así que, misericordioso que es uno, decide perdonar lo imperdonable, olvidar viejas rencillas, y caer rendido a los pies y, para que nos vamos a engañar, también a las infinitas piernas, de Carla Bruni. Si es que, en el fondo, somos unos santos...
Pero claro, uno va oyendo el disco, y va sintiendo como la voz susurrante de Carla le va acariciando la nuca. Con esos aires de chanson, con ese sabor a blues añejo, con esos sonidos robados al jazz, con esa simplicidad que parece tan fácil y es tan y tan difícil... Además, las canciones mencionadas, Mon Raymond, Le Pingouin y Chez Keith et Anita respectivamente, son de lo mejorcito del álbum, verdaderas joyitas donde notas que la exprimera dama se lo está pasando en grande, y transmite esa alegría, ese buen rollito, ese "esto lo hago yo porqué disfruto haciéndolo". Y mira, uno va dejando de lado el rencor, los reproches, el haberse pasado al enemigo, y no puede hacer más que cerrar los ojos y dejarse mecer por la voz ronroneante de Carla la traidora, Carla la pérfida, pero también Carla la sensual y magnética que nos estremeció hace 10 años con su álbum de debut, y que vuelve a hacerlo con este Little French Songs. Así que, misericordioso que es uno, decide perdonar lo imperdonable, olvidar viejas rencillas, y caer rendido a los pies y, para que nos vamos a engañar, también a las infinitas piernas, de Carla Bruni. Si es que, en el fondo, somos unos santos...
1 comentario:
Suena bastante bien aunque como dices, hay cosas que dan un poco de repelús en lo referente a Carla y su amor por el engendro del ex-presidente francés.
No suena mal el single, le pegaré una escucha.
Un saludo.
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