Me parece increíble que hayan pasado ya diez años desde que un día 
solicitara una excedencia en el trabajo, pidiera prestada una mochila, y
 me
 fuera 3 meses a recorrer Australia. Ni hace falta decir que fue uno de 
los viajes de mi vida. Pese a la década transcurrida, aun recuerdo con 
sorprendente nitidez muchos de los paisajes que disfruté, muchos de los 
albergues en los que pernocté, y sobre todo mucha de la maravillosa 
gente que allí conocí. A la mayoría de ellos les he perdido la pista, 
con algunos he seguido manteniendo contacto e incluso nos hemos visitado
 en nuestros respectivos países, y a otros los he vuelto a localizar 
recientemente, como a Mirella, con la que viajé durante 3 semanas y a 
quien 
he reencontrado hace unos días gracias a Facebook, ya con dos hijos y 
viajando ahora por tierras neozelandesas. 

 
 Muchas son las 
anécdotas de aquel viaje, empezando por el temor al llegar de si 3 meses
 solo se me harían largos y querría volverme antes, o la pena justo 
antes de regresar a casa de no poder extender la excedencia 3 meses más.
 Pero éste es un 
blog de música, y mis experiencias musicales en el país
 austral fueron escasas: la sorpresa de la primera canción que escuché al llegar (¡el 
Aserejé!), un concierto de 
southern en medio 
del 
outback, el perderme un bolo gratuito de Bon Jovi del cual pasé a pocas calles y del que me 
enteré una hora después de que terminara, y poco más. Así que me limitaré a relatar una anécdota que, 
believe it or not, es totalmente cierta:
Estábamos
 en el pueblo costero de Byron Bay, tras terminar un curso de 
surf de una semana. Nos preparábamos para ir a cenar cuando alguien nos avisó que 
Sean, uno de los profesores del curso, de casi 2 metros de alto y con una espalda como un armario ropero, iba a mostrar cómo se tomaba el 
tequila al estilo australiano, asegurándonos que nunca habíamos visto 
nada igual. Bajamos a la zona común del albergue, donde encontramos a 
Sean con un chupito de tequila en una mano, una raya de sal en la otra, y medio 
limón sobre la mesa. 
Pues vaya con el australian way -pensé-, es el mismo que el del resto del mundo. 
Cuando
 ya eramos unos cuantos los congregados, el surfista hizo su 
demostración: con tres movimientos rápidos, se bebió el tequila de un 
trago, esnifó la raya de sal del dorso de la mano, y se exprimió el 
limón sobre sus ojos. Todos estallamos en un grito unánime, mientras 
Sean se retorcía de dolor, tosiendo y llorando a moco tendido.
Efectivamente, nunca habíamos visto a nadie tomar el tequila así.
 
 
3 comentarios:
Qué grande Sean!!!
Por cierto, con la Mirella corramos un tupido velo, no??? jeje
Mucha nena en ese cursillo de surf! Te lo debiste pasar en grande, tío.
Un colega mió residió recientemente 6 meses en Byron Bay y tb se lo pasó en grande.
Günner, no hace falta correr tupido velo, Mirella ya tenía pareja... lamentablemente :)
Sammy, efectivamente: mucha nena, mucha cerveza y mucho sol... ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Cómo envidio a tu primo...
¡Un abrazo a ambos!
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