The Brew en la Sala Zero
Sala Zero (Tarragona), 3 de marzo de 2012. Hay varios tipos de conciertos. Los mediocres, en los que a los 10 
minutos ya calas que el grupo está allí única y exclusivamente por la 
pasta (en esa categoría metería el bolo de Blondie de 1999 o el último 
que vi de M Clan, el cual abandoné a la cuarta canción). Luego están los
 correctos, donde el grupo hace honor a su fama, cumple las 
expectativas, y das por bien invertidos los euros gastados en la 
entrada  (ahí estarían el de Guns n'Roses en 1993 o el de Metallica de 
1999, por poner un par de ejemplos). Y en tercer lugar están los 
superconciertos, donde gracias a su entrega y virtuosismo, la banda 
supera con creces lo esperado (y aquí pondría el de Van Halen y Bon Jovi
 en 1995, entre otros).

Pero hay un tipo más de conciertos. Son aquellos que, quizás por no 
llevar demasiadas o ninguna expectativas contigo, te conmocionan como si
 te dieran con una pala en la cara. A Dios gracias, el de The Brew
 de hace un par de semanas en Tarragona entran en esta categoría. Fui arrastrado por David, tras haber visto medio vídeo de la 
banda en YouTube y haber oído de refilón un par de veces su último disco. Y... ¡vaya sorpresón y vaya pedazo de gig que nos ofrecieron el padre, el hijo, el coleguita del hijo, y la madre que los parió a todos juntos!
 Desde el primer tema, The Brew descargó un torrente de sonido arrollador,
 que inundó la pequeña Sala Zero y nos volvió locos a todos durante las 
dos horas que duró el evento. El guitarrista, con 20 años escasos, 
armado primero con su LesPaul y luego con su Strat, era 
una máquina que haría sentirse orgulloso al mismísmo SRV. El batería, 
también de la misma a la par que corta edad, era otra bestia que nos 
deleitó con un savoir-faire irresistible y hasta con un glorioso solo de
 15 minutos (y sin aburrir, que ya es difícil). Y su padre, el bajista, 
demostrando que de tal astilla, tal palo, y entregándose y empapando la 
camisa como el que más.
Desde el primer tema, The Brew descargó un torrente de sonido arrollador,
 que inundó la pequeña Sala Zero y nos volvió locos a todos durante las 
dos horas que duró el evento. El guitarrista, con 20 años escasos, 
armado primero con su LesPaul y luego con su Strat, era 
una máquina que haría sentirse orgulloso al mismísmo SRV. El batería, 
también de la misma a la par que corta edad, era otra bestia que nos 
deleitó con un savoir-faire irresistible y hasta con un glorioso solo de
 15 minutos (y sin aburrir, que ya es difícil). Y su padre, el bajista, 
demostrando que de tal astilla, tal palo, y entregándose y empapando la 
camisa como el que más.
No sé las canciones que cayeron, ni falta que me hace. Sé que sonaron la increíble Every Gig Has A Neighbour, y varias de su último trabajo, The Third Floor
 (2012). Pero los que no conocíamos su discografía disfrutamos tanto, o 
quizás más, que los que ya llevaban los temas aprendidos de casa. Las 
referencias a Vaughan, a Hendrix, a Deep Purple o a Led Zep 
fueron tantas, y tan bien paridas, que la sala fue un hervidero de 
brazos en alto y cabezas desnucándose. Además, el espectáculo fue 
aderezado con otras extravaganzas, como el joven guitarra tocando
 con un arco de violín o el batería tocando con las manos desnudas, lo 
cual desató aun más la locura del respetable.

En definitiva, una noche inolvidable a cargo de esos dos mocosos y el padre rockero que son The Brew. Un power-trío
 que haría palidecer a muchas bandas consagradas, y que ya ocupan un 
puesto de honor en mi lista de los conciertos que me han noqueado. Si vuelven, repetiremos.
PD: El material gráfico y videográfico es cortesía de David.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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