Caza de brujas
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Hace unos meses asistí a una conferencia de Richard Stallman. En ella, el gurú del software libre proponía un método que podrían aplicar las discográficas o bandas para recaudar dinero. La idea sería poderse bajar gratuitamente cualquier álbum. Y mientras lo escuchas, puedes decidir, apretando un botón del reproductor de MP3, hacer una microdonación al grupo. Medio dólar, o un dólar, o lo que quieras. Incluso, mientras suena la música, el reproductor te podría mostrar mensajes del estilo "Has escuchado el disco Little Piece of Dixie 5 veces. ¿Te parece bien donar 1 dólar a Blackberry Smoke?". Pulsando Aceptar, la microdonación saldría de tu cuenta e iría a parar a la de la banda de Atlanta.
Personalmente, yo donaría. Pagaría por los discos que me gustan, e ignoraría los que a la tercera escucha constato que no son para mí. Sería una manera, aunque habrán otras. Pero la idea es considerar al consumidor como un aliado, alguien por quien hacer buena música con la que convencerle para que colabore económicamente. Tecnológicamente es factible, muy fácil, de hecho. Permite descubrir nuevos artistas y discos de forma legal. Y no obliga a comprar discos que quizás no volveremos a escuchar.
Lamentablemente, dudo que la Industria esté por la labor. Está demasiado ocupada por poner puertas al campo, en criminalizar y perseguir a los que escuchan música sin haberla pagado, sin darse cuenta que, al hacerlo, está convirtiéndose en el malo de la película, lo que no motivará precisamente a que la gente decida comprar sus productos. Y además, al no permitir al usuario la aportación voluntaria, está regalando su parte del pastel a las webs que ofrecen contenido pirata por la cara.