lunes, 26 de febrero de 2018

Momo reina en Tarragona

Sala Zero (Tarragona), 24 de febrero de 2018. No soy demasiado de bandas tributo, y si además los "tributados" son los inigualables Queen, mis reticencias eran más que comprensibles. Pero me recomendaron encarecidamente a este tal Momo, y como el cuerpo me pedía música in live, lié a cinco amigos y allí nos plantamos el pasado sábado, en una Sala Zero prácticamente llena.

Hay que decir que el concierto empezó frío. Cuando entró el tal Momo, que recuerda más a Roberto Benigni que al gran Freddy Mercury, e interpretó casi de corrillo las tres primeras piezas (One Vision, Tie Your Mother Down y Ogre Battle, ciertamente no de las más celebradas de la banda británica), me pregunté... ¿dónde diablos me he metido?

Pero la cosa pronto se animó. ¡Y vaya si se animó! Momo presentó a los músicos y juntos atacaron Love of My Life y Under Pressure para luego abordar un medley variopinto con temas clásicos (lo abrió A Kind Of Magic) y otros menos evidentes (como Lazy in A Sunday Afternoon, que me encanta). Bajo, batería y sobre todo guitarra resultaron ser unos músicos excepcionales y muy compenetrados, y el tío al mando de los samplers, un tal Manolo Gil, se convirtió en uno de los protagonistas de la noche gracias a sus bromas, menciones a Marta Sánchez incluídas.

Momo y los suyos consiguen algo muy difícil, dado el calibre del grupo al que homenajean: llevarse las canciones a su terreno y hacerlas suyas, sin caer en parodias ni  imitaciones burdas. El cantante goza de un carisma, una simpatía y una soltura envidiables con las que se metió al público en el bolsillo. Y por supuesto, unos registros vocales excelentes, que le hacían desenvolverse con comodidad por lo más exigente del ecléctico repertorio de Queen.




Fueron cayendo Somebody to Love y Don't Stop Me Now, ambas coreadas por el respetable a voz en grito. Aquello era ya una fiesta. Pero otra de las cualidades de esta banda tributo es no limitarse a las canciones más tópicas. Momo se tomó un descanso y dejó a su supergrupo interpretando un segundo medley, esta vez instrumental, con algunas de las canciones más cañeras de la Reina, la mayoría de sus dos primeros discos. Volvió a brillar el guitarra, que hizo lo propio que el cantante: no intentar imitar a Brian May, sino llevarse los riffs y solos a su terreno y reinterpretarlos con un feeling espectacular, para asombro y goce de los asistentes. Acto seguido, volvió Momo, vistiendo una chaqueta blanca con pedrería, y se subió a la barra de la Sala Zero para marcarse unos off topic: Billie Jean de Michael Jackson, Living on A Prayer de Bon Jovi, Another Brick in The Wall de Pink Floyd, With or Without You de U2, para volver al escenario con The Best de Tina Turner.

El show regresó al grupo estrella de la velada con la ochentera I Want to Break Free. La gente no se cansaba de gritar, de aplaudir, de jalear a Manolo, de reír con las bromas, y de disfrutar con el ambiente y el buen rollo que se formó entre los congregados. Las canciones y los minutos se sucedían rápido, y así como quien no quiere la cosa, pasaron más de dos horas y una buena retahíla de obligados éxitos (We Will Rock You, We Are The Champions...), hasta que se aproximó el fin. Bohemian Rhapsody fue la exquisita guinda final a este pedazo de espectáculo. La banda saludó con la manida The Show Must Go On (esta vez la original) sonando de fondo, y la sala ovacionó. Una gran noche de fiesta y diversión. ¡Dios salve a Momo!

miércoles, 21 de febrero de 2018

River Deep Mountain High

Los Secretos, Radio Futura, La Frontera, Loquillo y Trogloditas, Barón Rojo, Extremoduro, Los Deltonos, Platero y Tú, M-Clan... Me sorprende comprobar la cantidad de grupos estatales que seguía hace 25-30 años, y los pocos que me interesan a día de hoy. No se debe a una repentina alergia a la música hecha en castellano, ya que sí me gustan (y mucho) varios artistas españoles que van por libre: Juan Perro, Rafa Pons, Dani Flaco, Luis Ramiro, El Kanka... Pero en lo que a bandas se refiere, por alguna razón que se me escapa la mayoría de ellas suscitan en mí poco más que indiferencia. Hace unos días intenté escuchar lo último de Los Deltonos, y no llegué ni a la mitad del disco, y ayer mismo, por curiosidad, me puse con el último trabajo de M-Clan, y no pasé de la segunda canción.

Curiosamente, dos de los pocos grupos que sí sigo actualmente acaban de realizar una colaboración conjunta la mar de chula. Se trata de Los Zigarros y la cantante de Aurora and The Betrayers, a los que vi en directo no hace demasiado (a Los Zigarros en noviembre 2016 y a los Betrayers en abril 2017). La colaboración es esta gozada de versión del tema River Deep Mountain High de Ike & Tina Turner.


Pasen, vean, y disfruten.


viernes, 16 de febrero de 2018

Steel Panther en Barcelona

 Razzmatazz 2 (Barcelona), 11 de febrero de 2018. Casi 4 años después de su última visita a Barcelona, los Steel Panther no lograron congregar la multitud esperada en Razzmatazz y obligaron a cambiar la sala 1 por la 2, algo más pequeña. Aun así, buena entrada, prácticamente llenando el recinto (con un aforo de 700 personas), y con el aliciente de los carnavales, que hicieron que más de uno viniera disfrazado de rock star petarda, con peluca, chaqueta de leopardo y camiseta de rejilla.

El grupo de Atlanta Fozzy se encargó de calentar motores con una propuesta sleaze que no inventa nada, pero que no está mal. El sonido demasiado saturado les hizo un flaco favor, y la puesta en escena tampoco era ninguna maravilla (esa chaqueta de leds de AliExpress era más ridícula que macarra). Pero sus temas están bien, con mención especial a los de su último disco (abrieron con Judas, el tema que da título al álbum, y continuaron con Drinking with Jesus, otro de sus pelotazos), e incluso colar su versión del S.O.S. de Abba entre dos trallazos de canciones quedó raruno pero divertido.

Pero bueno, ahí todo el mundo había venido a ver a los protagonistas de la noche: Steel Panther, y la banda de Michael Starr no defraudó en absoluto. ¿O habría que decir "la banda de Satchel"? Y es que el guitarrista se erigió como conductor del show y fue sin duda la estrella de la velada: hacía la mayor parte de las bromas, se metía con sus compañeros, acaparaba la atención del respetable con sus movimientos y lamidas de guitarra, soltaba frases en catalán ("ensenya'm els teus pits")... y, por supuesto, tocó como una bestia. ¡Menudo virtuosismo que gasta el perla! Pocos guitarras del sleaze actual e incluso del añejo pueden compararse con la maestría del californiano, tal como demostró en los temas propios del grupo, en la versión del You Really Got Me de los Kinks, y en el inefable solo: una gozada en la que incorporó homenajes a Scorpions, Judas Priest, Iron Maiden y Guns n'Roses, entre otros.
 
 
El repertorio, fantástico: los mejores temas de la pantera de acero amenizaron el espectáculo, empezando con Eyes of A Panther e incluyendo los clásicos Death to All But Metal, Asian Hooker, Party Like Tomorrow Is The End of The World o la apabullante Gloryhole.  Aunque el momento álgido tuvo a 17 Girls In a Row como banda sonora, cuando el grupo invitó a las chicas del público a subir al escenario, y un buen número de ellas aceptaron el envite.
 
 
Tras hora y media de cachondeo y despiporre, el festival terminó con los dos bises que no podían faltar: Community Property y Party All Day (Fuck All Night), que fueron coreadas por todos los asistentes. Definitivamente, Steel Panther son mucho más que unos Mojinos Escozíos a la americana ya que, aunque sin duda las letras pornográficas, las bromas soeces y la apología del drugs, sex & rock'n'roll sean parte fundamental del show, tanto los temas como la banda son musicalmente espectaculares. Así que todos los que fuimos al concierto lo pasamos teta. Nunca mejor dicho.

lunes, 5 de febrero de 2018

Joaquín Sabina. Eso será poesía

La editorial El ángel caído reeditó el año pasado Joaquín Sabina. Eso será poesía, la primera biografía del cantante de Úbeda, publicada en 1986 (justo después de su exitoso disco en directo Sabina y Viceversa). Esta biografía tiene la excepcionalidad de ser la única que contó con la colaboración de su protagonista, ya que en las posteriores Sabina se ha negado a participar, o lo ha hecho con cuentagotas.

Lamentablemente, ésta es una de las pocas virtudes del libro. La lírica de Maurilio de Miguel se muestra pretenciosa, innecesariamente barroca, posiblemente debido a su falta de experiencia, ya que fueron éstos sus primeros pinitos como escritor, como él mismo confiesa. Además, no logra profundizar ni dar detalles demasiado sustanciosos sobre la infancia y juventud de Sabina, y en cambio se enreda en digresiones sobre temas como el franquismo, la movida madrileña o la canción de autor.

La segunda mitad del libro es menos petulante, y se centra más en los discos y apariciones públicas de Sabina. Aquí sí se convierte en una crónica algo más interesante sobre los primeros éxitos del ahora consagrado artista pero, sinceramente, tampoco aporta demasiado, nada que no se pueda descubrir tirando un poco de hemeroteca y discografía.

Esta edición viene acompañada de las ilustraciones de una tal Cris Ro, y si te gusta el expresionismo, son bastante chulas. Aun así, un libro solo para mitómanos e insaciables coleccionistas de todo lo que rodea al genio y figura de Joaquín Sabina.