Momo reina en Tarragona
Sala Zero (Tarragona), 24 de febrero de 2018. No soy demasiado de bandas tributo, y si además los "tributados" son los inigualables Queen, mis reticencias eran más que comprensibles. Pero me recomendaron encarecidamente a este tal Momo, y como el cuerpo me pedía música in live, lié a cinco amigos y allí nos plantamos el pasado sábado, en una Sala Zero prácticamente llena.
Hay que decir que el concierto empezó frío. Cuando entró el tal Momo, que recuerda más a Roberto Benigni que al gran Freddy Mercury, e interpretó casi de corrillo las tres primeras piezas (One Vision, Tie Your Mother Down y Ogre Battle, ciertamente no de las más celebradas de la banda británica), me pregunté... ¿dónde diablos me he metido?
Pero la cosa pronto se animó. ¡Y vaya si se animó! Momo presentó a los músicos y juntos atacaron Love of My Life y Under Pressure para luego abordar un medley variopinto con temas clásicos (lo abrió A Kind Of Magic) y otros menos evidentes (como Lazy in A Sunday Afternoon, que me encanta). Bajo, batería y sobre todo guitarra resultaron ser unos músicos excepcionales y muy compenetrados, y el tío al mando de los samplers, un tal Manolo Gil, se convirtió en uno de los protagonistas de la noche gracias a sus bromas, menciones a Marta Sánchez incluídas.
Momo y los suyos consiguen algo muy difícil, dado el calibre del grupo al que homenajean: llevarse las canciones a su terreno y hacerlas suyas, sin caer en parodias ni imitaciones burdas. El cantante goza de un carisma, una simpatía y una soltura envidiables con las que se metió al público en el bolsillo. Y por supuesto, unos registros vocales excelentes, que le hacían desenvolverse con comodidad por lo más exigente del ecléctico repertorio de Queen.
Fueron cayendo Somebody to Love y Don't Stop Me Now, ambas coreadas por el respetable a voz en grito. Aquello era ya una fiesta. Pero otra de las cualidades de esta banda tributo es no limitarse a las canciones más tópicas. Momo se tomó un descanso y dejó a su supergrupo interpretando un segundo medley, esta vez instrumental, con algunas de las canciones más cañeras de la Reina, la mayoría de sus dos primeros discos. Volvió a brillar el guitarra, que hizo lo propio que el cantante: no intentar imitar a Brian May, sino llevarse los riffs y solos a su terreno y reinterpretarlos con un feeling espectacular, para asombro y goce de los asistentes. Acto seguido, volvió Momo, vistiendo una chaqueta blanca con pedrería, y se subió a la barra de la Sala Zero para marcarse unos off topic: Billie Jean de Michael Jackson, Living on A Prayer de Bon Jovi, Another Brick in The Wall de Pink Floyd, With or Without You de U2, para volver al escenario con The Best de Tina Turner.
El show regresó al grupo estrella de la velada con la ochentera I Want to Break Free. La gente no se cansaba de gritar, de aplaudir, de jalear a Manolo, de reír con las bromas, y de disfrutar con el ambiente y el buen rollo que se formó entre los congregados. Las canciones y los minutos se sucedían rápido, y así como quien no quiere la cosa, pasaron más de dos horas y una buena retahíla de obligados éxitos (We Will Rock You, We Are The Champions...), hasta que se aproximó el fin. Bohemian Rhapsody fue la exquisita guinda final a este pedazo de espectáculo. La banda saludó con la manida The Show Must Go On (esta vez la original) sonando de fondo, y la sala ovacionó. Una gran noche de fiesta y diversión. ¡Dios salve a Momo!
Hay que decir que el concierto empezó frío. Cuando entró el tal Momo, que recuerda más a Roberto Benigni que al gran Freddy Mercury, e interpretó casi de corrillo las tres primeras piezas (One Vision, Tie Your Mother Down y Ogre Battle, ciertamente no de las más celebradas de la banda británica), me pregunté... ¿dónde diablos me he metido?
Pero la cosa pronto se animó. ¡Y vaya si se animó! Momo presentó a los músicos y juntos atacaron Love of My Life y Under Pressure para luego abordar un medley variopinto con temas clásicos (lo abrió A Kind Of Magic) y otros menos evidentes (como Lazy in A Sunday Afternoon, que me encanta). Bajo, batería y sobre todo guitarra resultaron ser unos músicos excepcionales y muy compenetrados, y el tío al mando de los samplers, un tal Manolo Gil, se convirtió en uno de los protagonistas de la noche gracias a sus bromas, menciones a Marta Sánchez incluídas.
Momo y los suyos consiguen algo muy difícil, dado el calibre del grupo al que homenajean: llevarse las canciones a su terreno y hacerlas suyas, sin caer en parodias ni imitaciones burdas. El cantante goza de un carisma, una simpatía y una soltura envidiables con las que se metió al público en el bolsillo. Y por supuesto, unos registros vocales excelentes, que le hacían desenvolverse con comodidad por lo más exigente del ecléctico repertorio de Queen.
Fueron cayendo Somebody to Love y Don't Stop Me Now, ambas coreadas por el respetable a voz en grito. Aquello era ya una fiesta. Pero otra de las cualidades de esta banda tributo es no limitarse a las canciones más tópicas. Momo se tomó un descanso y dejó a su supergrupo interpretando un segundo medley, esta vez instrumental, con algunas de las canciones más cañeras de la Reina, la mayoría de sus dos primeros discos. Volvió a brillar el guitarra, que hizo lo propio que el cantante: no intentar imitar a Brian May, sino llevarse los riffs y solos a su terreno y reinterpretarlos con un feeling espectacular, para asombro y goce de los asistentes. Acto seguido, volvió Momo, vistiendo una chaqueta blanca con pedrería, y se subió a la barra de la Sala Zero para marcarse unos off topic: Billie Jean de Michael Jackson, Living on A Prayer de Bon Jovi, Another Brick in The Wall de Pink Floyd, With or Without You de U2, para volver al escenario con The Best de Tina Turner.
El show regresó al grupo estrella de la velada con la ochentera I Want to Break Free. La gente no se cansaba de gritar, de aplaudir, de jalear a Manolo, de reír con las bromas, y de disfrutar con el ambiente y el buen rollo que se formó entre los congregados. Las canciones y los minutos se sucedían rápido, y así como quien no quiere la cosa, pasaron más de dos horas y una buena retahíla de obligados éxitos (We Will Rock You, We Are The Champions...), hasta que se aproximó el fin. Bohemian Rhapsody fue la exquisita guinda final a este pedazo de espectáculo. La banda saludó con la manida The Show Must Go On (esta vez la original) sonando de fondo, y la sala ovacionó. Una gran noche de fiesta y diversión. ¡Dios salve a Momo!