Sala Zero
(Tarragona), 22 de octubre de 2016. Una confesión: la primera vez que
escuché A todo que sí, el segundo y último trabajo de Los Zigarros, me pareció horrendo: una
sucesión de los tópicos más trillados del
rock’n’roll, propios de grupos
como Status Quo o Los Rebeldes. Las siguientes escuchas han suavizado
ligeramente esta impresión, aunque todavía me sigue pareciendo flojo,
arquetípico, como si buscaran un estilo para mi gusto demasiado simple (quizás
era eso lo que pretendían, ofrecer un rock’n’roll
sin artificios).
Así que entré receloso a su concierto en Tarragona. ¿Me
encontraría con el rock fresco e ilusionante
de su primer debut, o con una banda que tiraría de los clichés más sobados del
género? Por suerte, fue mejor, mucho mejor que ambas cosas.
Los Zigarros incendiaron la Sala Zero gracias a un cóctel de
ingredientes explosivos: el virtuosismo de Álvaro Tormo, que se paseaba entre
el público con ojos lisérgicos y haciendo aullar a su guitarra; la energía de
los mercenarios, bajo y batería, dándolo todo como si fueran miembros fundadores;
y el contrapunto de la actitud de Ovidi Tormo, más moderada que la de sus compañeros, sin
estridencias pero con una comunicación fantástica que le hizo conectar a la
perfección con el respetable. Pero lo que más me gustó es que, lejos de ceñirse
a sus temas (que, por cierto, ganan en directo), incluyeron varios guiños a sus
ídolos e influencias, ya fuera en forma de versión, riff o mención. Así que por el escenario desfilaron Little
Richards, Muddy Waters, Jim Morrison y hasta Calamaro, entre otros.
Tras hora y media larga de éxtasis, sonaron sirenas de
policía a un volumen infernal (hasta los miembros del grupo tuvieron que
taparse los oídos) para dar paso a
Dentro
de la ley, el
single de su último
disco, que parecía que iba a cerrar el espectáculo. Pero aun había espacio
para una sorpresa más, ya que los hermanos Tormo terminaron con una
electrizante versión de
My Generation de
The Who.
Conciertazo, pues, el presenciado la noche del sábado, y que
me dejó tocado varios días. Y me consta que no fui el único.