La caja de los truenos
Son las 2.30 de la mañana, y hace más de una hora que no puedo dormir, dado que parece que alguien esté golpeando la pared de mi habitación con una maza. En realidad se trata de la música de La caja de los truenos, el pub que hay en la planta baja de mi edificio, que suena a un volumen insoportablemente atronador.
Hace 5 años que vivo en este piso, y desde entonces llevo sufriendo, casi cada viernes, sábado, y vísperas de festivo, el terrible ruido que provoca este bar musical. Lo he comunicado varias veces al Ayuntamiento. He escrito una instancia para que instalen un limitador. He hablado con el propietario, rogándole que los fines de semana mantenga el nivel acústico de los días de diario, en lugar de intentar reventar los tímpanos de sus clientes y vecinos. He llamado docenas de veces a la Guardia Urbana, que de vez en cuando se digna a aparecer (lo noto porque, de repente, la ensordecedora cacofonía enmudece de repente, coincidiendo supongo con la entrada de los agentes al local). Pero todo ha sido en vano. Lo más que he conseguido, además de moderar el ruido las raras veces que aparece la Urbana, han sido unas semanas de calma, para luego volver al mismo volumen desquiciante. Y la verdad, ya no sé qué más hacer (dentro de la legalidad, se entiende; fuera de la legalidad, me vienen un montón de ideas a la cabeza). Reconozco que, de más joven, siempre había tachado de exagerados a los vecinos que se quejaban de los ruidos de los bares. Pero ahora que los sufro en mis carnes, no puedo hacer más que tragarme mis incautas palabras.
Ya son las 3.00, y el agobiante "bum-bum-bum" en la pared continua. Eso sí, de vez en cuando la música se detiene, para que el propietario del bar, micrófono en mano, anuncie a voz en grito que esto no es más que un aperitivo de lo que será la Nochebuena aquí, en vuestro pub preferido... ¡La caja de los truenos!. Menudas fiestas me esperan.