¡Ay, las primeras veces! Tienen la mala
costumbre de hacer honor a su nombre y pillarnos sin experiencia, con
los efectos secundarios tan desagradables que esto suele provocar. Pero en general, nos
alegramos de haberlas tenido, y casi siempre, por el mero hecho de ser
eso, la primera vez, les tenemos un cariño especial y se convierten en
inolvidables. Que no cunda el pánico: no me voy a poner a hablar aquí de
mi vida sentimental ni sexual. Pero sí voy a repasar cinco de mis
primeras veces en el terreno melomaníaco. Hételas aquí.
Mi primera cinta:
Mecano (1982), de
Mecano.
Entre mis muchos pecados musicales se encuentra la primera cinta que
compré, o pedí que me regalaran por mi cumpleaños, no recuerdo. Los
grandes triunfadores del verano de 1982 fueron un trío de jovenzuelos
llamados Mecano y su disco de debut, cargado de temas pegadizos como
Maquillaje y
Me colé en una fiesta.
En mi defensa tengo que decir que, a parte de durante esa locura
transitoria, nunca más los pude soportar. Pero claro, lo raro hubiera
sido que, a punto de cumplir 11 añitos, me hubiera dado por
Nebraska de Bruce Springsteen.
Mi primer concierto:
El rock de una noche de verano (1983), de
Miguel Ríos. Ya comenté e
n este post la
que fue mi primera experiencia como espectador de un concierto en vivo.
Todavía hoy, más de 30 años después, aun conservo en mi retina algunas
imágenes de aquel magno evento que protagonizaron, además del granadino,
Leño y una debutante Luz Casal. Una noche inolvidable, y una buena
pérdida de mi virginidad "conciertera".
Mi primer vinilo:
Tango in The Night (1987), de
Fleetwood Mac.
Unas semanas antes de tener tocadiscos ya me hice con este vinilo, y
cuando por fin la cadena de música llegó a casa, lo escuché con devoción
casi enfermiza. A diferencia del de Mecano, que no volvería a oír ni a
punta de pistola, de tanto en tanto sigo recuperándolo. Su producción
ochentera no ha soportado el paso de los años, pero el cariño especial
que le tengo hace que la disculpe y lo siga disfrutando.
Mi primer CD:
Native Tongue (1993), de
Poison. También antes de tener reproductor de CD compré el que se convirtió en mi primer
compact, esperando que la banda de Brett Michaels volvieran a repetir un
Open Up and Say ...Ahh!
(1988). Pero exceptuando algún tema muy puntual, el álbum me
decepcionó, y seguro que hace más de una década que no lo escucho. A ver
si algún día lo vuelvo a poner y me llevo una sorpresa: quizás es como
el buen vino, que mejora con los años. Pero mucho me temo que, que
Poison no se comieran un
torrao en los 90, se lo ganaron a pulso, y no
pueden culpar a Kurt Cobain y al
grunge.
Mi primer mecenazgo:
El monstruo del armario (2013), de
Luis Ramiro. También conté mi primera experiencia como mecenas aquí en
Bourbon Street Online, concretamente e
n este post. El cantaautor madrileño Luis Ramiro financió su cuarto y hasta la fecha último trabajo vía
crowdfunding,
y ahí estuve yo para aportar mi granito de arena. Me gustó participar
en el proyecto, cómo el autor iba informando a los colaboradores sobre el proceso de
grabación y edición, y recibir el disco tan pronto se publicó. Por
cierto, aunque me gustan más dos de sus trabajos anteriores,
El monstruo del armario es un álbum que, en general, está muy bien.
¿A alguien le apetece compartir alguna de sus primeras veces? Pues ahí tenéis el apartado
Comentarios, tan vacío y desolado, el pobre...