martes, 30 de junio de 2020

La furia y los colores

El año pasado El Gran Wyoming publicó La furia y los colores (2019), lo que vendría a ser el segundo tomo de sus memorias. Esta entrega abarca sus años de adolescencia y juventud: la universidad, el servicio militar, su militancia política, y por supuesto sus inicios en el mundo de la música y el espectáculo: primero como cantante del grupo Paracelso, y luego con el dúo que formaba con su amigo El Maestro Reverendo.

Por supuesto, el libro está aderezado con las inevitables y a la vez necesarias críticas al franquismo y a sus herederos, esa águila convertida en gaviota que revolotea por las Españas envuelta en la obligada bandera rojigualda. Y también contiene interesantes reflexiones sobre la movida madrileña y el rock urbano que surgieron en los años que comprende el libro, y también sobre la música en general, con filosofadas como ésta:

La música tiene dos cualidades que te mantienen vivo. En primer lugar la capacidad de aprendizaje es infinita, tanto en el estudio como en la interpretación. Por más que sepas y superes etapas, siempre estás en la base de algo (...), y el hecho de estar constantemente empezando te lleva al segundo factor: si te metes en la música no abandonas nunca la infancia. Estás siempre en contacto con el que fuiste, con el que puso el primer acorde, con el que descubrió aquel riff, porque ese idioma es el que se habla allí de donde procedes, adonde vas y adonde siempre quisiste ir.

Una lectura siempre amena y sorprendente a cargo de uno de los mejores comunicadores de este país.

miércoles, 10 de junio de 2020

Verano de 1997

En junio de 1997 un amigo me grabó en cassette el disco de debut de una banda prácticamente desconocida a la que había visto unas semanas antes en La Vaquería, a escasos metros de mi casa. Escuché la cinta y me encantó, y me maldije por haber perdido la oportunidad de ver al grupo en directo. Unos días más tarde yo me iba a Estados Unidos por un mes, así que intenté comprar el CD para regalárselo a una chica con la que tonteaba por aquel entonces, para impresionarla y que no se fuera con otro más guapo durante mi ausencia. Lo busqué sin éxito en todas las tiendas de discos de Tarragona, e incluso pregunté en La Vaquería, donde la propietaria me aseguró que volverían a traer al grupo después del verano, ya que el concierto había gustado mucho. El disco se llamaba La flaca, y el grupo, Jarabe de Palo.

Durante mi mes en los USA no paré de escuchar la cinta en el walkman que llevé conmigo. Me encantaban temas como Quiero ser poeta, Grita o El lado oscuro, y curiosamente no me acababa de convencer la que daba título al disco. Así que, cuál fue mi sorpresa cuando al regresar a España tras 30 días de desconexión (en 1997 Internet estaba en pañales, y no existían periódicos digitales, redes sociales ni smartphones) me encontré que la canción del verano era ni más ni menos que La flaca, y que Jarabe de Palo lo estaba petando.

Me alegré por ellos, aunque no pude evitar esa leve tristeza que te invade al saber que ese descubrimiento, esa joyita que antes era patrimonio tuyo y de pocos más, ahora ya pertenece a todo el mundo. Y por supuesto, de volver a tocar en La Vaquería, nada de nada.

Descansa en paz, Pau.

lunes, 1 de junio de 2020

Bon Jovi y el corrector ortográfico

Me encanta lo que ha hecho el corrector ortográfico en este anuncio de Wallapop, en el que venden el último disco de Bon Jovi, This House Is Not For Sale.