Llegamos a los aledaños de la sala media hora antes del inicio, y descubrimos una larga cola que sube por Galileo y tuerce por Cea Bermúdez. ¿Tocará Bisbal en algún teatro cercano? Pues no, la cola es para Luis Ramiro, lo cual me sorprende, ya que sospecho que debe actuar a menudo en su ciudad natal. Pero, pese a ello, llenazo total, lo que me confirma que en este caso se rompe la regla y Luis es profeta en su tierra. La cosa promete.
Me llamas a las seis de la mañana / me juras que no estás borracha. El concierto empieza con Diecisiete, lo que hace vaticinar que el repertorio irá por derroteros rockandrolleros, en detrimento de la languidez característica de algunos cantautores. Acierto total, ya que hay que aprovechar a los mercenarios que le acompañan (guitarra, bajo y batería) y el buen rollo que genera tocar en casa y con la complicidad de los asistentes. Sigue con El rey de la pista, y se van sucediendo los cortes más animados de sus tres álbumes: caen Tonterías, Jorge I, Relocos y recuerdos, Dices... La banda, correcta, aunque a veces un poco verde (no queda demasiado bien que el bajo tenga que ir avisando al batería cuando vienen los cambios de ritmo). Pero el respetable no viene a escuchar a los músicos, sino a Luis Ramiro, que se nos mete en el bolsillo con su ironía, su lado canalla y su cercanía. Interpreta unos cuantos temas solo (Pandora, Humano...) y regresa la banda para atacar las canciones estrella: Per-fec-ta, El reloj, Mañana nos casamos en Las Vegas, Un amor sin estrenar... Y entre canción y canción, Luis bromea con los incondicionales, sortea piruletas, recibe un condón de regalo (en su envoltorio, por suerte), se interesa por una chica a la que acaban de dejar... Compadreo y complicidad hasta el último momento, dos horas y diez minutos de un concierto per-fec-to, que termina con El tío vivo y los más lanzados subidos al escenario.
Luis Ramiro tiene el talento y el savoir-faire suficientes para merecer tocar en grandes estadios. Pero la crisis, la Industria, el mainstream o vete tú a saber qué hacen que tenga que tocar en salas como Galileo y podamos disfrutar de la proximidad en sus actuaciones. Para él quizás sea una putada, pero para nosotros es toda una suerte.
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