Y es que, quizás debido a las grandes expectativas que tenía sobre esta noche, quizás influenciado por haber visto la agotadora gira que se están marcando estos tíos, quizás porque un teatro con todo el público sentado y sin una mísera birra que llevarse a los labios no es el mejor sitio para un buen bolo, tengo una sensación agridulce.
Fué un concierto interesante, sin duda, y la última parte fue muy buena, cuando Efrem Towns, trompeta en mano, gritó un "Stand Up!", se abrieron las luces, y el público asistente pareció salir por fin de su adormecimiento. Por fin, porque la primera parte del concierto fué un contraste evidente entre lo potente de los temas, y la marcha que llevaban musicalmente, y lo estáticos, cansados y hasta un poco pasotas que estaban los músicos.
Pero si cerrabas los ojos, la verdad es que la máquina de ritmo que forman la batería, la tuba y un guitarra que dió color al asunto toda la noche, daba mucho de sí, y empujaba a los 4 vientos frontales (trombón, trompeta y dos saxos) con una mezcla de dixie, funk, soul y rock que personalmente, me encantó. Pero el problema era abrir los ojos.
Un poco traumatizado por la experiencia, he buscado youtubes de los Dirty, y la verdad es que este se parece bastante a la actitud que vimos:
Nada, que seguiré pensando siempre si son así, o estaban flojos, o los que estábamos flojos éramos nosotros o las puñeteras filas de pupitres sin cerveza. Inquietante.
PD: La Dirty Dozen dedica parte de los ingresos por la venta de su último disco, What's going on, reinvención del clásico de Marvin Gaye, a ayudar a las víctimas del Katrina.
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