
Tampoco soy de los que le ensalzan y babean por su decisión de retirarse, como está haciendo mucha gente (ya sabéis, éste es el país del gregarismo, y sustituid país por Cataluña o España, lo que más os guste, porqué la frase funciona igual). Pienso que cada uno es libre de hacer lo que quiera, retirarse en un momento álgido o seguir hasta que el cuerpo aguante, ya que nadie nos pone una pistola en la sien para que compremos los discos o vayamos a los conciertos de los dinosaurios de la música.
Pero considero digna de alabanza la actitud de Llach en su último concierto. En lugar de dedicarse a la autocomplacencia, disparó sobre los políticos que tan mal están llevando este país (ya sabéis, sustituid otra vez), pese a encontrarse en las primeras filas la plana mayor de gobierno y oposición (o precisamente por eso).
Así, Lluís criticó a la "derecha neofascista" (todos sabemos de quienes habla) y a "la izquierda decimonónica española" en la cual se habían puesto tantas esperanzas (ídem). También habló de la "obsesión anticatalanista" de ciertos políticos españoles o del bochornoso espectáculo que dieron los gobernantes catalanes con la negociación del nuevo Estatut de Catalunya.
En definitiva, los que esperaban encontrarse a un Llach inofensivo en su último concierto, quedaron sorprendidos (grata o desgraciadamente, según) de que el cantaautor decidiera guerrear hasta el final y morir con las botas puestas.