Teatro Metropol (Tarragona), 15 de abril de 2011. Para celebrar su mayoría de edad (¡18 ediciones, ya!), el Festival Internacional de Dixieland de Tarragona programa como actuación estelar a la mítica Eliane Elias. La pianista brasileña no está de gira por Europa ni tiene ningún compromiso por nuestros lares: ha volado directamente desde New York para ofrecer el concierto, y vuelve a la Gran Manzana tras él, así que hay que agradecerles a ella y a la organización el esfuerzo.
Eliane viene en formato trío: acompañada de su marido, el contrabajista y compositor Marc Johnson, y del batería Magnus Östrom. Todos vestidos sobriamente, de negro, y con la única nota de color en los zapatos de Eliane, con unos tacones azul eléctrico, y de los cuáles se desprende al instante al acomodarse ante el piano.

El concierto, sublime, comienza con
Circle Song, una instrumental de Marc Johnson, a la que le siguen otros dos temas, también sin acompañamiento vocal: se trata de un
jazz energético, casi experimental, que deja constancia del buen hacer compositivo del contrabajista, aunque no es el tipo de música que ha venido a ver la mayoría del respetable.
Luego sí, luego viene lo que todos esperábamos: aires latinos y la voz susurrante de Eliane. Caen
Open Sky,
Fotografia de Jobim,
Bananeira de João Donato y Gilberto Gil,
They Can't Take That Away from Me de Gershwin... Delicia tras delicia, donde la absoluta protagonista es la brasileña, que sonriente va explicando cada canción antes o después de su ejecución. Luego ataca un par de temas en solitario:
Por Causa de Vocé y
I Love My Wife de Bill Evans, los momentos más intimistas y sobrecogedores de la noche.

Regresan a escena los músicos y vuelve el
swing y el
ragtime con otro tema de Bill Evans y uno de la propia Eliane, y se suceden los
solos y las alternancias entre los tres instrumentos. Fin oficial, vítores y aplausos, y los obligados
bises: un instrumental a cargo de la pianista, y otro tema enérgico con el trío completo, cerrando el círculo que habían iniciado con la canción que abrió el concierto.
La hora y tres cuartos han pasado como una exhalación, pero para los más mitómanos hay postre: a la salida, Eliane firma discos y charla un rato con todo el que se acerque. Una artista que, aunque te sube al cielo con su música, sigue siendo muy terrenal.