

Lamentablemente, la música continúa tranquila, del estilo de Serrat. Los asistentes piden más caña, pero la pareja no cede. Algunos de los temas más lentos de la discografía de Sabina se suceden: Calle Melancolía, Quién me ha robado el mes de abril, Y sin embargo, combinados con los míticos Mediterráneo o Penélope de Serrat. La mayor parte del tiempo los músicos tocan instrumentos clásicos, y sólo empuñan guitarras y bajo eléctricos para interpretar la trepidante Pacto entre caballeros, que anima a los más jovenes (o a los menos mayores), y algún que otro tema también ligeramente acelerado. Falsas expectativas, pero: cada conato de aumentar la graduación de la velada se frustra con la siguiente canción, siempre lánguida, y la noche continúa entre ritmos pausados.
Tras dos horas y media de clásicos, bromas con el público, puyas sarcásticas de Serrat a Sabina y admiración incondicional de Sabina a Serrat, los dos pájaros levantan el vuelo y dejan al respetable contentos con el show, pero con la sensación, especialmente los seguidores de Sabina, que su ídolo se ha tirado demasiado al folk del Noi del Poble Sec, y que al espectáculo le ha faltado energía, decibelios y rocanrol. ¿Será que los años no pasan en balde?